Todas las semanas recibimos informaciones de una nueva tragedia en Siria. Hace unos días 300 ciudadanos sirios perdieron la vida, la mayor matanza desde que hace 16 meses se iniciara el conflicto. Los opositores se apresuraron a denunciar a Bassar al-Assad, empecinado en preservar el poder, aunque sea a costa de desangrar a su país. Por su parte, el régimen anunció que había limpiado la zona de los vestigios de terroristas mercenarios preservando su control sobre Damasco y Aleppo. En medio, el sufrimiento de los ciudadanos del barrio de trabajadores de Daraya. Imágenes de las fosas comunes llegaron a nuestro país cual escalofriante mensaje de socorro.
La condena de España y de tantos otros se volvió a escuchar con gran eco. Los países de la Unión Europea se manifestaron con una sola voz, lo cual es esperanzador desde el punto de vista de la construcción de una política común. Lo mismo ocurrió con la gran mayoría de los países iberoamericanos, los países del Golfo y los del Magreb. En la Cumbre de Países No Alineados celebrada en Teherán, el nuevo presidente islamista de Egipto, Mohamed Morsi, denunció la represión del Gobierno sirio, un aliado muy estrecho a Irán. «El pueblo sirio está luchando con valor buscando la libertad y dignidad humana», defendió Morsi. Y añadió: «Debemos ser plenamente conscientes de que esto no parará a menos de que nosotros actuemos. Estoy aquí para anunciar nuestro completo apoyo a una Siria libre e independiente que debe empezar cuanto antes una transición hacia un sistema democrático que respete la voluntad del pueblo y que al mismo tiempo impida que Siria se deslice hacia una guerra civil o hacia enfrentamientos sectarios».
Coincido con Morsi en que la comunidad internacional tiene que actuar con urgencia. Precisamente para eso se constituyó el Grupo de Amigos del Pueblo Sirio, que agrupa más de ochenta países, y en el que España ha participado en todas sus reuniones, celebradas en Túnez, Estambul y París. Y en abril de este mismo año España fue invitada por primera vez a formar parte del “Core Group”, compuesto por los países más activos. Una prueba más de que España ha vuelto con fuerza al escenario internacional. Por desgracia estos esfuerzos no han logrado mover de forma eficaz a las Naciones Unidas. Cierto es que Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el 3 de agosto y con el significativo apoyo de 133 votos a favor, una resolución, de la que España fue copatrocinadora y en la que se condenaba al Gobierno de Damasco por el uso de armas pesadas contra su propia población. Sin embargo, una minoría de países (doce en concreto) mantuvo su respaldo al régimen y votaron en contra de la condena y 31 se abstuvieron por diversas razones.
Esta falta de consenso cobra vital importancia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde Rusia y China han utilizado en repetidas ocasiones su derecho a veto para frenar las resoluciones dirigidas a aumentar la presión sobre el régimen. En estas condiciones, parece poco probable que el Consejo avale la creación de corredores humanitarios o de zonas refugio para acoger a los civiles que huyeron de la guerra y, menos aún, el establecimiento de un área de exclusión aérea, lo que requeriría la utilización de fuertes medidas militares.
El tiempo de al-Assad se ha acabado, no puede mantenerse en el poder ni un minuto más. Debe dar paso a una transición política. Si bien la intensidad de los ataques de su Ejército está aumentando, la vulnerabilidad del régimen también lo hace. El atentado contra la cúpula militar el 18 de julio en Damasco, que acabó con la vida del Ministro de Defensa entre otros, refleja esta debilidad. Además, las deserciones tanto de militares, como de dirigentes del régimen o de embajadores y otros altos funcionarios se multiplican, aunque no aventuren todavía un resquebrajamiento total.
La oposición debe aprovechar los próximos meses para construir un consenso político capaz de evitar que la caída del régimen se traduzca en un vacío de poder que podría ser aprovechado por los yihadistas para implantarse en el país. Se debe construir un consenso abierto a todas las fuerzas políticas del interior y del exterior, con la excepción de las que no rehúsen explícitamente de la violencia y del terrorismo para alcanzar sus objetivos políticos. Consenso capaz de asegurar la integridad territorial y la seguridad de las minorías étnicas, incluidos los kurdos, y religiosas, incluidos los cristianos. Los pasados días 2 y 3 de agosto acudieron a la Convención celebrada en El Cairo más de 200 representantes de la oposición con el fin, aunque sin éxito por el momento, de caminar en la misma dirección. El pasado día 27, el Consejo Nacional Sirio exploró la posibilidad de elaborar un gobierno transitorio que podría establecerse en algunas de las zonas liberadas. Al día siguiente el presidente Hollande declaró que Francia estaría dispuesta a reconocer un gobierno inclusivo y representativo que pudiese convertirse en el único interlocutor del pueblo sirio. Reconocimiento que discutiremos el próximo día 6 en la reunión que celebraremos en Chipre los Ministros de Asuntos Exteriores de la UE. España ha estado muy activa en toda la crisis siria. Fuimos el primer país en llamar a consultas a nuestro embajador en enero. Suspendimos las actividades de nuestra Embajada en Damasco el 6 de marzo y, finalmente, tras la terrible masacre en Houla, expulsamos al Embajador de Siria en España el 29 de mayo.
Lo que importa ahora es el futuro. No es descartable un escenario de guerra prolongada o incluso la balcanización de Siria. Lo ha expresado con claridad el Ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov: «Con independencia de la opinión que cada uno tenga del régimen sirio, no es realista pensar en la rendición de uno de los dos bandos, mientras se está combatiendo en las calles». En estos momentos, todas las opciones están abiertas. España apoyará las que en el marco de la legalidad internacional mejor sirvan para acabar con la violencia armada y poner en marcha un proceso político intrusivo que satisfaga las aspiraciones del pueblo sirio, al igual que nosotros hicimos hace ahora 35 años. Desde luego lo que no puede esperar es la atención humanitaria a los civiles. Tras 16 meses de conflicto armado, el número de víctimas alcanza las 20.000, los refugiados en países vecinos ya superan los 180.000 y un millón y medio de personas necesitan ayuda humanitaria urgente. En marzo, España realizó un desembolso de 400.000 euros, principalmente destinados al Comité Internacional de la Cruz Roja, por su presencia en el interior de Siria que es donde las urgencias eran mayores. Y, a pesar de las restricciones presupuestarias, vamos a hacer un nuevo esfuerzo para prestar atención a la población en el interior y a los refugiados acogidos en países vecinos como Jordania, Turquía o el Líbano. Nuestro compromiso con el pueblo sirio permanece y seguiremos contribuyendo al fin del conflicto y a la transición hacia un sistema plural y democrático, en el que tengan cabida todas las sensibilidades de la espléndida diversidad que enriquece el alma milenaria de su país.