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"La solución pasa por reconocer el hecho catalán y la realidad hispana". (La Vanguardia)

23 de septiembre de 2012

"Muchos países no reconocerían una declaración unilateral de independencia", afirma José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación.

El primer ministro que reaccionó tras la manifestación de la Diada fue paradójicamente el de Asuntos Exteriores. José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) no tardó en advertir que la secesión de Catalunya sería ilegal en España y en la Unión Europea. Esta semana ha firmado en Varsovia, con otros ministros de Exteriores, un manifiesto sobre el futuro de la UE que flexibiliza la toma de decisiones pero mantiene la exigencia de unanimidad para la admisión de nuevos miembros. "Supongo que se alcanza el porqué", subraya en la entrevista, mantenida el miércoles en Barcelona.

Que el primer ministro que visite Barcelona en estos momentos sea el de Exteriores ha dado pie a algunas ironías...
Bueno, también he estado en Galicia y en Valencia... Pero ya que sale el tema, recordaré que la unidad de España surge cuando se produce la unificación de dos políticas exteriores: la de Castilla, que mira al Atlántico y al Pacífico, y la de Catalunya, que mira al Mediterráneo. De todas formas, en esta ocasión he venido a entrevistarme con el secretario general de la Unión por el Mediterráneo (UpM). Queremos dar una nueva dimensión a la UpM para que todas las iniciativas de la UE en la cuenca sur se canalicen a través del único foro en el que hay representantes israelíes y palestinos, turcos y chipriotas. Es el foro en el que se demuestra que la convivencia es posible.

¿Para el Gobierno español tiene importancia estratégica que la sede esté en Barcelona?
Claro que la tiene. Barcelona es una ciudad española.

... Ah, así no ha venido a buscar edificio para la embajada...
¿La pregunta es si tenemos previsto cambiar de ubicación la sede de la Unión para el Mediterráneo? Ya le digo que no. Yo he heredado -y lo digo con orgullo- varios dossiers de política exterior en clave catalana: la política mediterránea y la diplomacia pública con Asia y Pacífico. Pienso insistir mucho en estos ejes.

La actualidad catalana parece que interesa más fuera que en España. ¿No se está escondiendo la cabeza bajo el ala?
Si hay un tema que me preocupe es la unidad de España, y a la cuestión catalana le he dedicado mucho afecto y muchas horas. Si tengo que buscar un referente en la política catalana, sería un libro titulado Por la concordia, que Cambó escribió en 1927. Mucho ha llovido desde entonces, pero su tesis sigue siendo válida hoy. Dice Cambó, y lo comparto, que la política asimilacionista no llevaría a ningún sitio y la realidad catalana resurgiría con más fuerza. Reconocer el hecho catalán es una de las bases en que tiene que establecerse la solución, pero hay que reconocer la realidad hispana, que Catalunya forma parte de España desde hace mucho tiempo y no tendría demasiado sentido fuera de España.

Ahora hay que añadir la realidad europea.
Exacto. En un mundo globalizado, hablar de soberanía nacional es imposible. Lo sensato sería revisar dentro de dos años la financiación autonómica para aumentar el grado de corresponsabilidad de todas las comunidades autónomas. Lo que hay que hacer es una reforma fiscal integral en que se contemplen todos los niveles de gobierno y todos los tributos, incluidas las prestaciones sociales y los precios públicos.

Habrá que encontrar alguna salida al conflicto...
La secesión unilateral es imposible. Pero es que además un Estado nuevo tendría que pedir la adhesión a la UE. Hemos dicho en el memorándum aprobado en Varsovia que vamos a modificar los tratados para que se puedan aprobar por mayoría cualificada para que no se bloqueen, pero con una excepción: la adhesión de nuevos miembros. Ahí se mantiene la unanimidad y así será hasta el final de los tiempos. Supongo que se alcanza el porqué.

Hay muchos países que no están dispuestos a reconocer una declaración unilateral de independencia, que podría disparar una implosión de muchos estados miembro. A la altura del siglo XXI, resolver las diferencias mediante la ruptura es una regresión en términos de ética cívica. Tengo confianza plena en que la conciencia moral catalana apuesta siempre por la mano tendida.

El debate está sobre la mesa.
El planteamiento del debate es inoportuno. En un momento en que el problema de la economía española es la financiación exterior, nos la dificulta y desde luego la hace mucho más cara.

Hablaba del memorándum de Varsovia. ¿Qué futuro tienen la UE y sus instituciones?
No vamos a una federación de estados-nación sino a una unión federal, basada en una unión bancaria y fiscal, un control estricto de los presupuestos nacionales por las autoridades federales y a la vez la mutualización de la deuda, que es el principio de solidaridad. Hay que ir a los estados unidos de Europa. O unidos sobrevivimos o separados nos ahogamos en el mar de la globalización.

Pero a la hora de la verdad ni franceses ni alemanes están dispuestos a perder soberanía.
En este momento, las cifras de la UE son mejores que las de Estados Unidos, en términos de equilibrio de las cuentas públicas y de equilibrio de las cuentas con el exterior. Sin embargo, los inversores mundiales desertan de la UE y se van a Estados Unidos porque dudan de nuestra voluntad de estar juntos. La única fórmula para sobrevivir es demostrar que queremos estar juntos, y esa es una decisión política. Pero es que no hay opción, es o los estados unidos de Europa o la irrelevancia.

Da la sensación de que sólo con un cataclismo se cambiará.
Hombre, si la situación no se resuelve, Europa se aboca a una época de decrecimiento muy importante y a una recesión. Esto es como el Titanic, el hundimiento acabaría también con los pasajeros de primera clase.

¿En qué medida esa idea del Titanic es una carta estratégica de la política española?
No sólo de la política española, en este mensaje no estamos solos. La decisión del BCE de comprar deuda soberana en los mercados secundarios ha sido acompañada prácticamente por todo el mundo. Se puede acusar a la UE de arrastrar los pies y llegar con un cierto retraso, pero al final se llega.

España atraviesa un momento difícil. ¿Qué impresión está dando en el exterior?
Es mejor que hace unos años. En la primera entrevista que tuve con Hillary Clinton le dije: "Spain is back", estamos de nuevo en la escena internacional, y le transmití que España era un socio leal, del que se podía fiar, que en las misiones con nuestros aliados íbamos a permanecer. España tiene un valor que añadir a la política de nuestros aliados en Latinoamérica y en el norte de África y reclamamos un cierto protagonismo.

Vamos a redistribuir el servicio diplomático, menor presencia en los países en que no está justificada nuestra presencia individual para ampliarla en los de mayor crecimiento. España tiene voz y se la tiene en cuenta.

¿Se mejora la imagen con el proyecto Marca España?
Es lo que persigue. Por cierto, la denominación Marca España tiene un antecedente lleno de resonancias catalanas, puesto que Marca de España era la manera en que la Europa medieval llamaba a Catalunya. Heredamos la marca España en situación baja, pero está subiendo. Lo curioso es que tenemos activos muy bien valorados en el exterior, como la Corona, las fuerzas armadas, nuestros deportistas, gastrónomos, pero la suma de todo eso no se traduce en una presencia adecuada de España en los ámbitos políticos y económicos internacionales. La Marca España busca sumar todos esos activos.

Vamos a la agenda. Gibraltar, volvemos al Gibraltar español.
En la última etapa socialista se aceptó lo inaceptable: que el ministro principal de la Roca podría vetar el inicio de conversaciones entre España y Reino Unido en materia de soberanía de Gibraltar, y que se dijese que había un foro tripartito. La pesca es otro tema abierto.

Usted dijo: "No nos van a torear". ¿Les están toreando?
No parece serio que si alcanzamos un acuerdo de pesca, que ya nos costó, el día en que entra en vigor digan que no. Y entonces dije que no estoy dispuesto a que me toreen, que van a seguir pescando, protegidos por la Guardia Civil. Tampoco estoy dispuesto a que nos toreen estableciendo un paraíso fiscal en Gibraltar. Lo de torear es una expresión coloquial, pero lo que quiero decir es que no estoy dispuesto a que no nos tomen en serio.

¿Cómo están las relaciones con Marruecos?
Con Marruecos las relaciones atraviesan un periodo de una extraordinaria bonanza. Hemos tenido conversaciones de todo tipo. Marruecos nos ha ofrecido aviones en el control de incendios en Canarias, estamos cooperando en el control de droga en el Estrecho, y cuando hemos tenido problemas de control de inmigración ilegal han ayudado de una forma más que notable. La repatriación de los 81 inmigrantes de la isla de Tierra se solicitó y se hizo con rapidez. No es la primera vez. Las relaciones con Marruecos son espléndidas, y espero que así sigan, también con Argelia.

¿La posición de España sobre el Sáhara no es un problema?
La posición no ha cambiado en absoluto. Se trata de prestar la ayuda humanitaria al pueblo saharaui sin poner en riesgo la vida de nuestros cooperantes.

¿Cómo está la seguridad de los cooperantes en el Sáhara?
La situación en la zona ha empeorado mucho desde que estuvieron allí los cooperantes que acabamos de rescatar. Y por alguna razón los ataques a los intereses occidentales son posibles y nosotros somos muy vulnerables en el Sáhara. Es una región que está en un proceso de convulsión extrema. Hay una situación de riesgo, yo traigo a los que quieran venirse, y si alguien quiere volverse, es bajo su responsabilidad, pero sabiendo que si se produce un secuestro es una enorme preocupación para el Gobierno.

¿En qué medida la protección de los cooperantes requiere más esfuerzo que el que se destina a la cooperación?
Tendría que hacer números. La protección de los cooperantes y el esfuerzo que hemos tenido que hacer para traer a casa a los secuestrados en Tinduf, dos españoles y una italiana, nos han consumido una energía inmensa, me he recorrido la región de arriba abajo. En cualquier caso, los cooperantes realizan una labor encomiable.

El gran reto se presenta en noviembre, con la Cumbre Iberoamericana en Cádiz.
De momento han confirmado su presencia todos los países menos Venezuela, de la que no tenemos contestación. Es muy posible que vengan todo jefes de Estado, salvo Cuba, que mandará al ministro de Exteriores. De cualquier manera, yo espero que sea un éxito. El objetivo es dar un impulso a la comunidad iberoamericana en un momento de cambio de las relaciones con España y la UE. América Latina ya no necesita mirar hacia Europa, mira al Pacífico y la UE tiene que hacer un enorme esfuerzo para no perder presencia en un continente que va a crecer. La punta de lanza de ese protagonismo es España.

Con Kirchner sí que no hay manera.
En las relaciones con la presidenta de Argentina hay declaraciones públicas y negociaciones más discretas. Hay un marco que es el litigio privado con Repsol por la expropiación de YPF y otro que es la presión diplomática en la que, como en Gibraltar, no vamos a aflojar.

¿Por qué España no tiene la capacidad de disuasión suficiente para que Kirchner no se atreva a hacer lo que ha hecho?
Lo ha hecho con empresas de todo el mundo.

No es sólo Argentina, también Gibraltar, se atreven con España más que de costumbre.
No creo que se atrevan con nosotros. En la lista de infracciones están todos los países, no nos han hecho nada que no les hayan hecho a los demás. Yo no presumo de músculo, pero no tenemos menos músculo que nadie.

¿Va a viajar a Cuba?
No me han invitado todavía.