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"Brasil. Una relación estratégica". (Valor Económico)

17 de mayo de 2012

Brasil me sorprendió la primera vez que vine. No fue sólo por una naturaleza exuberante a los ojos de un europeo, ni por el trato cercano y cálido de sus ciudadanos. Quedé impresionado por su enorme potencial. Desde entonces he regresado en más de seis ocasiones. Y, en cada una de ellas me he vuelto a asombrar, por su rápida y positiva transformación.

Brasil se ha colocado entre las locomotoras que hoy tiran de la economía global. Se ha confirmado como una democracia avanzada y consolidada. Ha logrado despuntar en el continente sudamericano como gran potencia regional y su voz es respetada en los principales foros internacionales. Pero tan loable como su trayectoria política y económica es su modelo de crecimiento, que camina de la mano de la cohesión social. Brasil ha encontrado su camino para convertirse en un país moderno y desarrollado.

Brasil y España han vivido procesos paralelos hacia la democracia y la modernización de sus respectivas economías. Y, de forma natural, ambos países, comenzaron a desarrollar poderosos intereses comunes que supusieron un salto cualitativo en sus relaciones. Debemos destacar el esfuerzo que sitúa a España como el segundo inversor extranjero en la economía brasileña (con 46.572 millones de euros desde 1993 hasta finales de 2011) con una importante aportación a la modernización de sectores como el energético, el financiero, las telecomunicaciones o las infraestructuras. También ha crecido nuestro comercio bilateral, que en el 2011 alcanzó niveles históricos. Y debemos mencionar el amplio intercambio que se está produciendo en el ámbito de la educación, la ciencia y la cultura.

Por todo ello, España puede proclamar que Brasil es un socio privilegiado. Y Brasil puede constatar que España es un gran amigo con el que puede colaborar en muchos ámbitos y que el capital español ha venido para quedarse, para generar empleo, beneficios compartidos, transferir tecnología y conocimientos y, en suma, a contribuir al desarrollo económico y social de este gran país.

Pero no quiero que estas líneas se interpreten como un ejercicio de autocomplacencia. Hemos hecho mucho juntos pero creo que podemos hacer aún mucho más.

A través de nuestra tecnología y capacidad en el desarrollo de infraestructuras de transporte, ambos países podemos colaborar en áreas como la alta velocidad ferroviaria, gestión de aeropuertos, autopistas o puertos, en las que estamos a la cabeza del ranking mundial. Nuestra experiencia, en la organización de grandes eventos, puede ayudar a la preparación de próximos acontecimientos deportivos como el Mundial de Fútbol o las Olimpiadas de 2016.

Además, España puede contribuir con personal altamente cualificado al desarrollo económico brasileño. Muchos jóvenes españoles con titulación en carreras técnicas estarían dispuestos a venir a Brasil para trabajar durante un tiempo determinado. El Gobierno español está abierto a concluir un acuerdo en este ámbito.

Estamos ya participando en el programa “Ciencia sin Fronteras”, que arrancará con fuerza el próximo octubre con la acogida en mi país de más de 1500 estudiantes brasileños. También estamos listos para desarrollar proyectos conjuntos de I+D+I en áreas como la nanotecnología, la biotecnología, la biomedicina, las tecnologías de la salud, las energías renovables, los biocombustibles e incluso en agricultura, piscicultura y ganadería.

La expansión económica que vive Brasil potencia la internacionalización de sus empresas. Dentro de este proceso España, por su cercanía geográfica al continente africano, puede ser un importante colaborador. Por ejemplo, ¿las Islas Canarias no podrían convertirse en la plataforma logística de las grandes empresas brasileñas en África? La Unión Europea es el otro gran frente donde las empresas brasileñas podrían afianzarse. Y España, en este sentido, puede convertirse en una puerta de entrada.

En estos momentos difíciles que vive Europa nuestro compromiso con la zona euro es pleno. España, como europeísta convencida, es favorable a una mayor integración y al cumplimiento de los objetivos económicos que establece la Unión Europea.

El Gobierno español se ha mostrado firme a la hora de tomar medidas que mejoren nuestra economía, preservando el estado de bienestar. Estamos poniendo en marcha el paquete reformista más amplio de los  últimos treinta años, que incluye la consolidación fiscal, la reforma de la normativa laboral y el saneamiento del sector financiero. Pero todavía queda camino por recorrer. España emprenderá en breve otros cambios estructurales referidos al mercado energético y al sistema educativo, así como nuevos avances en la liberalización del sector servicios.

Nuestros dos Gobiernos son conscientes de las ventajas que ha traído el enorme acercamiento de los últimos años. Nuestras relaciones se han convertido en estratégicas, pero debemos seguir profundizando en las mismas esforzándonos para acercar aún más a nuestras sociedades, a nuestros artistas y creadores, a nuestros pensadores y empresarios. En particular, debemos intensificar el diálogo político de alto nivel.