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ARTÍCULO

Cuarenta años después, mirando al futuro

Artículo del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Josep Borrell, en «Expansión» de fecha 29 de enero de 2019

29 de gener de 2019

El ministro de Exteriores cree que España está en situación de liderar junto a Francia y Alemania "el reto de una Europa más unida y fuerte".


En la IX edición del Spain Investors Day tuve el honor de intervenir en su cena de clausura, analizando la situación y perspectivas de nuestro país, justo cuando el Parlamento británico propinaba a la premier May el mayor varapalo desde 1924 rechazando contundentemente el Acuerdo de Retirada del Reino Unido de la UE.


Esta referencia británica me sirvió para recordar que los cuarenta años de la Constitución de 1978 han sido los mejores de nuestra historia moderna desde la batalla de Trafalgar. Si echamos la vista atrás y nos fijamos en la España de hace 40 años, veremos que partíamos de una clara situación de desventaja respecto a nuestros socios europeos. Entonces, tras casi cuatro décadas de dictadura, la Transición política, hoy tan denostada por sus detractores de Podemos y del independentismo catalán, puso el contador a cero en un contexto de debilidad económica y en plena crisis del petróleo.


La Constitución de 1978 consagró la economía social de mercado como el modelo de desarrollo económico para nuestro país. Y eso ha permitido un gran salto adelante: entre 1975 y el año 2000 el PIB creció, en términos reales, un 89% y en los últimos 20 años ha crecido un 142,5%.


Y todo ello con un aumento de la población del 26% y una duplicación de la tasa de actividad femenina. La traducción de números a letras, nos lleva a una sencilla conclusión: hemos pasado de ser una de las economías más cerradas y proteccionistas de la Europa occidental a convertirnos en uno de los países más abiertos, competitivos y dinámicos del mundo.


No digo que la Constitución fuese perfecta, ni que no se aprobase en circunstancias que la condicionaron, pero eso suele ocurrir en todo momento histórico. Y, en cualquier caso, ha sido la clave de bóveda sobre la que se sustenta la reciente historia de éxito de este país, que lo ha sido también en el plano económico. De hecho, muy pocos países han sido capaces de mejorar sus niveles de vida al ritmo al que lo ha hecho España en las últimas décadas.


Tras haber superado una crisis financiera que ha trasformado nuestro mundo, creando un convulso panorama -el Brexit, la elección de Trump, el auge de los nacional populistas y una globalización hoy contestada hasta en Davos por el aumento de la desigualdad-, la economía española lleva creciendo cuatro años consecutivos por encima de la media de la UE en creación de empleo y superávit de balanza por cuenta corriente. En términos acumulados, ha crecido más de 11 puntos en estos últimos años y continuará haciéndolo en los próximos, según las estimaciones del FMI, Comisión Europea y OCDE.


Pero la pura aproximación macroeconómica no debe impedirnos ver el bosque regado por una dura y prolongada crisis, que ha constituido una década en la que perdimos una décima parte de nuestra riqueza y 3,8 millones de puestos de trabajo. Esta fue, sin duda, la faceta más terrible de la crisis más profunda que hemos vivido en el último medio siglo.


Si hoy crecemos de forma fuerte, equilibrada y sostenible, es gracias al enorme esfuerzo de la sociedad española. Decenas de miles de personas que quedaron en las cunetas del paro, o se vieron sometidos a la precariedad laboral, sufrieron en sus carnes la dificultad de acceder a una vivienda, generando un grave déficit de futuro. La mejora de nuestras cifras macroeconómicas no puede obviar estas adversas circunstancias, que la recuperación actual no ha conseguido borrar de la memoria colectiva.


Todavía hay mucho que mejorar, especialmente en cuanto a la reducción del paro, del déficit público y del nivel de bienestar y distribución de la renta.


Éstos son objetivos irrenunciables para el actual gobierno, y los hemos planteado, negro sobre blanco, en los Presupuestos Generales del Estado de 2019, concebidos para lograr un crecimiento sostenible y justo y la creación de empleo de calidad.


También debemos señalar el gran potencial de este país: 4ª economía de la zona euro, 5ª de la UE y 14ª del mundo, por volumen de PIB. Nuestra privilegiada situación geoestratégica nos atribuye un rol fundamental; además de miembro de la Unión Europea, España es puente entre África y Europa, y el socio prioritario para Latinoamérica de Europa. Esto último se vincula con otro elemento que nos viene dado: la lengua. El español es el segundo idioma más hablado del mundo y ocupa ese lugar también en comunicación internacional y en Internet.


Hoy, nuestra economía es una de las más competitivas a nivel internacional: somos el décimo sexto exportador de bienes del mundo, según la Organización Mundial del Comercio. Por primera vez en nuestra historia, somos una economía orientada al mercado internacional, lo que supone un cambio radical y prometedor de nuestro modelo de crecimiento, que siempre se ahogaba en los déficit exteriores cuando el crecimiento se aceleraba provocando el conocido stop and go.


Entre nuestras principales exportaciones figuran bienes de equipo, industria agroalimentaria, automoción o productos químicos, y cada año tienen un mayor contenido tecnológico. Nuestras empresas están presentes en todo el mundo en los más variados sectores productivos y de servicios. Sólo en 2017, el 67,7% de la facturación de las empresas del Ibex 35 se generó en el exterior, 22 puntos más que hace once años.


Pese a la agresiva competencia de las economías emergentes, España es uno de los pocos países entre las grandes economías de la UE que gana cuota de mercado en el comercio mundial. En 2017, fuimos el 16º exportador mundial de mercancías, y el 11º de servicios, con una cuota del comercio mundial del 1,7% y 2,7%, respectivamente.


Somos un destino muy atractivo para la inversión extranjera. Cerca de 13.000 empresas foráneas presentes en nuestro país dan trabajo a 1.250.000 personas (aproximadamente el 7% del total). Esa confianza en España nos sitúa como el 14º país receptor en stock de inversión mundial y el 7º en Europa. A esto también contribuye que seamos el 9º país del mundo más abierto a la inversión extranjera.


Esta escueta selección de cifras define lo que es hoy la economía española y constituyen el aval más sólido que España puede exhibir para liderar, junto a Alemania y Francia, ese reto de una Europa más unida para que pueda ser más fuerte.


En este momento en que se pone en duda el proceso de integración europea y se produce un auge de movimientos xenófobos y euroescépticos que cuestionan nuestro modelo de prosperidad, justicia social y libertades; tenemos que tener claro que el proyecto europeo es imprescindible. La gran batalla cultural de nuestro tiempo es construir sociedades abiertas al mundo con economías competitivas, sin menoscabar en ese camino la justicia y la cohesión. Después de cuarenta años de libertad y de progreso, esta es la nueva lucha que estamos librando en España.