La OSCE, con sus 57 Estados participantes (más 11 Socios de Cooperación) en América del Norte, Europa y Asia, es la organización de seguridad regional más grande del mundo, que trabaja para garantizar paz, democracia y estabilidad a más de mil millones de personas.
En la Cumbre de Astana de 2010, los Jefes de Estado o de Gobierno de la OSCE reafirmaron su dedicación a crear una “comunidad de seguridad euroatlántica y euroasiática libre, democrática, común e indivisible que se extiende desde Vancouver a Vladivostok, enraizada en principios mutuamente convenidos, compromisos compartidos y objetivos comunes”.
Historia
Los orígenes de la Organización se remontan a principios de 1970, al Acta Final de Helsinki (1975) y a la creación de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), que sirvió como foro multilateral para el diálogo y la negociación entre el Este y el Oeste en el momento álgido de la Guerra Fría.
La caída del muro de Berlín en 1989, seguida por la independencia de las repúblicas de la antigua Unión Soviética, trajo consigo la promesa de una “nueva era de democracia, paz y unidad”. En la Carta de París para una Nueva Europa de 1990, los Estados participantes exhortaron a la CSCE a que les ayudara a trabajar para lograr ese objetivo. A comienzos del decenio de 1990 se dotó a la CSCE de sus primeras estructuras permanentes, incluidas una secretaría e instituciones, y se establecieron las primeras misiones sobre el terreno. Tras el desmembramiento de la antigua Yugoslavia y los subsiguientes conflictos en los Balcanes, la OSCE estuvo en primera línea, ayudando a gestionar las crisis y a restablecer la paz.
En 1994, cuando la CSCE ya había evolucionado mucho más allá de su papel inicial, se le cambió el nombre por el de Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
Gracias al carácter integrador de la composición de sus miembros, así como a su enfoque integral y a su flexibilidad, la OSCE ha seguido proporcionando a los Estados participantes herramientas y medios efectivos para resolver los problemas de seguridad actuales.
La necesidad de hacer frente a los retos heredados del pasado (resolución de conflictos prolongados, promoción de la transparencia militar, respaldo a los procesos de transición y a las reformas democráticas) así como a las amenazas transnacionales del siglo XXI, han puesto claramente de manifiesto que la cooperación fomentada por la OSCE es ahora más necesaria que nunca.
En este sentido, la actual crisis en Ucrania ha impulsado una renovada importancia del papel de la organización, recayendo fundamentalmente sobre la OSCE la tarea de reconducir la situación generada por el conflicto. A pesar de las profundas diferencias existentes acerca de la responsabilidad última de la crisis en Ucrania, existe un consenso entre los 57 Estados participantes de la OSCE acerca de la centralidad del papel que corresponde y debe seguir correspondiendo a la Organización en la gestión del conflicto y el restablecimiento de la confianza.