"Toda información es importante si está conectada a otra”, decía Umberto Eco.
Los empresarios españoles acogieron con lógico interés el Plan Integral de Acción Conjunto, concluido el 14 de julio de 2015 por Irán y los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Más Alemania y la Alta Representante de la UE. Conocido el Plan, ahora su interés radica en saber más: cuáles son sus consecuencias, sus implicaciones y cómo queda el régimen que regula las transacciones comerciales con Irán después de su firma.
El Plan fue endosado por la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que abrió las puertas al levantamiento de las sanciones. Previamente se había constatado, sobre la base de un informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el cumplimiento, por Teherán, de sus compromisos en el ámbito nuclear. Ello dio pie a la sustitución de las sanciones por un nuevo régimen de restricciones temporales.
Quiero subrayar tres aspectos esenciales de este nuevo régimen. En primer lugar, su ámbito de aplicación: el nuevo marco está diseñado para posibilitar el comercio internacional de productos sensibles mediante una serie de controles. Así pues, se extenderá al ámbito nuclear, al de materiales y tecnología de doble uso (que pueden ser desviados a fines militares) y a misiles y armamento convencional.
En segundo lugar, el procedimiento. Las transacciones sensibles tendrán que ser aprobadas caso por caso por el Consejo de Seguridad. Y ello, porque las legítimas aspiraciones de comerciar con Irán no deben ser aprovechadas para actividades ilícitas. En el ámbito nuclear y de doble uso, los firmantes del acuerdo de 14 de julio emitirán una recomendación sobre cuya base el Consejo decidirá. Y la autorización –en caso de haberla– conllevará la aprobación de las actividades asociadas, a excepción de las que se quieran realizar a través de EEUU, pues su legislación aún no lo permite.
En tercer lugar, sus consecuencias: el levantamiento de las sanciones de Naciones Unidas ha acarreado el de la práctica totalidad de las sanciones de la Unión Europea en los sectores de banca, finanzas, seguros; petroquímica y gas; transporte; oro y metales preciosos; metales; y software. No obstante, la UE mantiene algunas sanciones, como un embargo de armas.
España, en su calidad de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad, ha desempeñado un papel destacado en el diseño del nuevo régimen. En enero de 2015 se nos encomendó la presidencia del comité de sanciones relativo a Irán y tras la aprobación de la resolución 2231, se nos ha vuelto a encargar la tarea de facilitar su aplicación. Este encargo a nuestro país, en un tema cuya complejidad no se escapa a nadie, es fiel reflejo de la solidez y fiabilidad de la diplomacia española.
En el ejercicio de nuestras responsabilidades tuvimos siempre presente que las sanciones no eran un fin en sí mismas, sino un instrumento contra el desarrollo de un programa nuclear con fines militares.
Estas contribuyeron, en última instancia, a dar una oportunidad a la paz y la estabilidad en Oriente Próximo. Tras la conversión del régimen de sanciones en uno de restricciones, nuestra preocupación ahora es que la resolución 2231 se cumpla en su integridad, aplicándose de manera transparente y previsible. Debemos garantizar la imprescindible seguridad jurídica.
Nuestra buena interlocución se enmarca en la política exterior de España hacia el Magreb y Oriente Próximo. En un marco como el que ya conocemos, de profundas rivalidades regionales y conflictos soterrados, nuestro país mantiene con todos los actores unas relaciones de honda raigambre histórica y ramificaciones en el plano político, cultural, comercial y empresarial. Tenemos una interlocución privilegiada con países tan distintos como Irán, Israel y Arabia Saudí. Queremos contribuir a restablecer la concordia en una región que ha sido cuna de las grandes civilizaciones y religiones y vive ahora desgarrada por graves conflictos.
El relanzamiento de nuestras relaciones con Teherán ha sido posible gracias a esa larga tradición de diálogo, y también gracias a un denso entramado económico y comercial del que ya participan más de un millar de empresas españolas. Se trata de un nuevo impulso que nace de la voluntad de ambos países, como demuestran la visita del Ministro de Exteriores Zarif a España, en abril del año pasado, y la que yo mismo realicé a Irán cuatro meses más tarde, junto con la Ministra de Fomento y el Ministro de Industria, y en la que participó una importante delegación empresarial.
En 2017 celebraremos el cuarto centenario del establecimiento de relaciones diplomáticas, con el viaje a Persia de García de Silva y Figueroa, embajador del Rey Felipe III. La efeméride ha de servirnos para hablar de todo lo que podemos hacer juntos en muchos ámbitos: energía, infraestructuras, turismo, gestión del agua, agricultura, banca o automoción…
Eso es, también, lo que el nuevo régimen nos ofrece: un espacio donde dialogar, colaborar y construir una relación cada vez más sólida.