De vuelta de la recepción con el rey de Jordania y tras las primeras noticias tranquilizadoras del embajador en Mali sobre la ausencia de españoles en el hotel de Bamako atacado por yihadistas, García-Margallo recibe a LA RAZÓN en su despacho del Palacio de Santa Cruz, sede histórica del Ministerio de Exteriores.
El ministro comienza desmintiendo que el Gobierno tenga encima de la mesa aumentar la presencia militar de España en África.
–Eso es una información que el Gobierno no ha dado en ningún momento. No sé de dónde sale. Hasta el momento (pasado viernes) no hemos tenido ninguna petición por parte de Francia por lo que no hemos considerado cuál sería nuestra respuesta. El terrorismo es un fenómeno global. En muy poco tiempo hemos tenido ataques en Líbano, un avión ruso en el Sinaí, París y Mali. No es un desafío de días o de meses. Es un desafío que va a durar años. Las respuestas hay que hacerlas sosegadamente y de manera muy coordinada. No tiene ningún sentido que todo el mundo se apresure a hacer cosas sin que nadie se las haya pedido.
¿Dónde estaba la noche de los atentados de París?
–Estaba volando entre Alicante y Barcelona. Al día siguiente, el sábado, se presentaban los números uno de las listas del PP. El acto se suspendió. Estuve toda la noche en vela hablando con la Embajada, con el Consulado en París y con la Dirección general de consulares en Madrid para averiguar si había españoles, en qué situación se encontraban... En definitiva, para servir a la gente que estaba allí. En estos casos se produce una avalancha de llamadas de familiares angustiados y hay que intentar contactar con ellos. Esa misma noche y a la mañana siguiente ya en Madrid, tuve oportunidad de ofrecer información puntual a través de diversos medios de comunicación a los que fui invitado.
¿Que le ha parecido la reacción tras los atentados de los partidos de la oposición, y concretamente de Podemos?
–Los partidos de la oposición han hecho lo que se hace en los países que, como diría Unamuno, tienen algún «bulto histórico», es decir, ponerse detrás del Gobierno. El Ejecutivo ha respondido dándoles información en tiempo real de lo que sabemos. La reacción de Podemos ha sido extraña. Y ha ido cambiando con el tiempo. El secretario general afirmó que no compartía los valores que inspiran el pacto contra el yihadismo. Yo me pregunto: ¿Cuáles son esos valores que no comparten? No he entendido muy bien esa posición.
–Parece que cada vez hay más países que se están pasando a la posición española sobre Siria...
–Desde febrero de 2012 en la conferencia sobre seguridad de Munich, donde estábamos todos los ministros de Exteriores, mi postura ha sido siempre la misma. El conflicto entre el régimen de al-Asad y la oposición moderada no iba a resolverse con una victoria militar y sí iba a provocar un vacío que sería aprovechado por fuerzas terroristas. Desgraciadamente esto fue lo que ocurrió. Mi argumentación siempre fue que había que atajar el conflicto para alcanzar un alto el fuego y ayudar a los desplazados. Los países que eran contrarios tenían la tesis de que no se podía negociar nada con Bashar Bashar al-Asad dado su historial criminal. Mi planteamiento es que hay que negociar con al-Asad, aunque luego no pueda formar parte la solución definitiva para Siria. Mi argumentación era que Rusia e Irán jamás iban a dejar caer a un aliado como al-Asad. A Roosevelt no le gustaba nada el camarada Stalin, pero tuvo que aliarse con él porque el enemigo principal era Hitler.
¿Es optimista después de lo decidido en Viena la semana pasada?
–Lo que se ha adoptado es una hoja de ruta que se parece mucho a la que España ha adoptado desde el primer momento. Conversaciones entre el régimen y oposición el 1 de enero. En 6 meses un Gobierno con poderes ejecutivos y aprobación de un marco legal nuevo. Será entonces cuando habrá que despejar el papel de al-Asad. Elecciones en 18 meses. Que se haya adoptado esta hoja de ruta me hace ser optimista. Que se haya adoptado con conversaciones entre el secretario de Estado de EE UU, John Kerry y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov tiene su importancia. Que se hayan sentado en una misma mesa Arabia Saudí, Turquía e Irán me da motivos para el optimismo. Hemos comprendido que hay que priorizar y que lo prioritario es resolver el problema de Daesh. El hecho de que la ONU haya aprobado una resolución por unanimidad que legitima las acciones contra Daesh, Al-Nusra, Al Qaeda y cualquier otro grupo que se ha tipificado como terrorista es otra razón para el optimismo.
¿Qué premisas se tienen que dar para que España intervenga en una acción militar contra Estado Islámico sobre el terreno?
–Las que hemos fijado en la Estrategia de Acción Exterior: un paraguas internacional, que puede ser una resolución de Naciones Unidas; una autorización del Gobierno y una aprobación del Parlamento. España ya está colaborando mucho en la lucha contra el terror. Tenemos presencia en Líbano, Malí y en la República Centroafricana y en Somalia luchando contra el terror, estamos en Irak y en Turquía. En concreto, en el escenario de Siria tenemos que ver cuál es el diagnóstico, cuales las posibilidades de cada país y la coordinación. Mi impresión es que en Siria en este momento hay suficiente material bélico naval y aéreo para acabar con Daesh. El problema es ordenarlo y ponerlo a trabajar en la misma dirección. No hace falta más gente; pero eso lo iremos viendo. Insisto: por ahora nadie nos ha pedido nada. Y como nadie nos lo ha pedido, no nos lo hemos planteado.
–Francia ha reaccionado tras sus atentados de manera muy distinta a nosotros tras nuestros atentados.
–Es distinto. Daesh tiene una base territorial. Nuestro terrorismo no tenía una base territorial. Daesh no sólo usa el terror, también tiene una preparación militar muy sofisticada como se ha demostrado en París. Son maestros en redes sociales. Tienen una capacidad de financiación, reclutamiento y difusión de su mensaje muy superior a la que tenían las personas que atentaron contra nosotros. Daesh había matado fundamentalmente a musulmanes, pero nunca había hecho un ataque contra un país occidental en estas condiciones. Es muy importante saber que estamos ante un fenómeno radicalmente nuevo, global y que va a permanecer en el tiempo. Daesh es el mal absoluto. Quemar a un piloto jordano vivo forma parte de su mensaje. Convierten a las víctimas en protagonistas de su propia propaganda. Y, por aberrante que parezca, parece que eso tiene un importante poder de atracción entre las gentes que se les unen.
–En la Cumbre del G20 Putin dijo que había 40 países financiado a Daesh y que algunos de ellos estaban en el propio G20.
–La información que tengo al respecto no se la puedo dar. Sería temerario por mi parte especular sobre ese tema.
–El discurso sirio y ruso señala a Occidente como culpable en parte de que se haya creado el vació de poder que ha propiciado la aparición de Daesh.
–En la gestión de las llamadas primaveras árabes se han cometido errores de bulto. El error principal es pensar que se hace mañana sin pensar que se va a hacer el día siguiente. El ejemplo paradigmático es Libia. Derrocas a Gadafi y lo que llegas es a un «no-Estado». En Irak se cometió un error cuando se decidió borrar del mapa todo lo que había tenido algo que ver con Sadam Hussain. Eso desmanteló todas las instituciones públicas. El vacío que se creó en Irak permitió la emergencia de Daesh. El vacío es lo peor en política. En Siria no podemos cometer este error.
–España se ha comprometido a acoger a 17.000 refugiados. ¿Se están tomando precauciones para asegurarse de que se está ayudando solo a las personas que merecen esa ayuda?
–El problema no sólo es de España. Es de toda la Unión Europea. Cuando hay una entrada masiva de gente, los terroristas pueden aprovechar la ocasión para entrar. Es una posibilidad sobre la que extremamos los controles para evitar que se produzca. Se están extremando todos los filtros para detectarlo. Pero tampoco podemos caer en el extremo contrario de criminalizar a todos los que buscan refugio, porque vienen huyendo precisamente de situaciones como las que nos han pasado en París o Mali, que es que los matan. Es un problema que no está resuelto como no está resuelto el problema de la integración de los inmigrantes. Muchos de los terroristas son de segunda e incluso tercera generación. No hemos conseguido que se integren y hemos ensayado muchos modelos. Ahora nos encontramos con bolsas de gente que se niegan a asumir los valores occidentales mínimos de las sociedades en las que vivimos.
–¿Qué solución le parece peor, nuevas elecciones o pacto antinatura entre Juntos por el Sí y la CUP?
–Todo me parece un desatino de principio a fin. Es un disparate que unas eleciones autonómicas para elegir a un parlamento autonómico que elige a un gobierno autonómico se conviertan en plebiscitarias. Otro disparate es que con el 47% de los votos emitidos y un treinta y tantos del censo se puede afrontar la independencia. El plantamiento del president Mas es dificilmente comprensible. En vez de rectificar ha metido una marcha más y se entrega a ERC, que ha sido su adversario político tradicional, se enfrenta a su base social, la burguesía, que se ha visto obligada a votar una lista encabezada por un comunista, cosa bastante peculiar. Y ahora se ve obligado a mendigar el apoyo de la CUP, que es un partido antisistema. ¿Qué va a pasar? No lo sé. Yo creo que va a ser presidente. Le conviene a ERC que a medio plazo se quitará de en medio a Mas y a la CUP, que ha pasado de peso pluma a peso pesado. Cataluña está paralizada y los inversores empiezan a estar muy preocupados. Todo es de una enorme tristeza para los que nos preocupa Cataluña. Y de difícil comprensión.
–¿Existe preocupación en Europa de que una coalición de izquierdas venza el 20 de diciembre?
–Esa precupación ha sido mayor incluso que la de la cuestión catalana. Lo que está ocurriendo en Portugal es algo para tomar nota. Llama la atención también que el secretario general del PSOE diga que Podemos ha dejado de ser un partido radical y que a los tres días, Podemos se niegue a firmar el pacto antiyihadista porque no puede compartir los valores en los que se basa.... Realmente parece un atentado a la lógica importante.