Ante la decisiva cumbre europea del día 30, el nuevo jefe de la diplomacia española advierte de que la crisis del euro no es económica, sino política. Y pide una clara señal a los mercados de que la unión monetaria es irreversible
José Manuel García-Margallo y Marfil (Madrid, 1944) tiene a sus espaldas una larga carrera política, que inició en las Juventudes Monárquicas, en pleno franquismo, y le llevó, a través de la democracia cristiana, primero a UCD y luego al PP. No sin ironía, se define políticamente como "de extremo centro". Ha pasado los últimos 17 años en el Parlamento Europeo, donde ha sido vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios. Al contrario que otros ministros, a quienes les gustaría borrar su pasado, no abjura de ninguno de sus escritos. Y son numerosos. Entre ellos, un libro titulado La apuesta europea: de la Moneda a la Unión Política, que compuso en 1998 al alimón con su amigo y ahora secretario de Estado para la UE, Íñigo Méndez de Vigo. Cree que si Rajoy le eligió en esta coyuntura tan delicada es porque sabe cómo piensa. Y lo que piensa lo explica con convicción y sin tapujos en su primera entrevista a un medio escrito.
ALIANZA CIVILIZACIONES "Me parece etérea y no es una prioridad, pero es un programa de Naciones Unidas"
CUBA "No creo que cambiar la Posición Común sea positivo"
ESTADO PALESTINO "Apoyaríamos que sea observador en la ONU si se dan garantías"
SÁHARA OCCIDENTAL "Cualquier solución que pacten las partes tendrá nuestro apoyo"
GIBRALTAR "El Foro debe incluir a las autoridades regionales españolas"
Pregunta. Usted fue de los primeros en advertir de que la austeridad y el ajuste no bastan para crear empleo. ¿Qué propone?
Respuesta. La estrategia para salir de la crisis tiene tres pilares. El primero es la austeridad, que se concreta en el tratado intergubernamental. El segundo, la estabilización de los mercados para frenar la hemorragia de la deuda, lo que exige que el mecanismo de estabilidad se adelante y, con toda seguridad, se aumente su potencia de fuego por encima de los 500.000 millones. El Banco Central Europeo también puede hacer muchísimo más de lo que ha hecho: ha comprado deuda europea por valor del 2% del PIB, mientras que el Banco de Inglaterra lo ha hecho por el 20%. El tercer pilar es el crecimiento. Es obvio que los países que están en mejor situación deben estimular su demanda interna para tirar de la economía. Por último, las instituciones europeas tienen un papel que jugar. Con que el Banco Europeo de Inversiones hiciera en los próximos diez años el doble de esfuerzo que en la década anterior, cuando no era tan necesario, tendríamos el mismo dinero que tuvo el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa. Con esos fondos se podrían financiar infraestructuras, como el corredor mediterráneo, que difícilmente pueden abordarse con los presupuestos nacionales. Además, la Comisión Europea tiene unos 120.000 millones de presupuesto no gastado que se podrían destinar al empleo juvenil. Austeridad y estabilización son necesarios, pero también hay que crear empleo.
P. Hasta ahora, según sus palabras, la Unión Europea ha hecho poco y demasiado tarde.
R. Eso ya no es una profecía. Si el problema de Grecia se hubiese atajado a tiempo, el coste habría sido mucho menor. Cada día que pasa, la enfermedad avanza y el tratamiento necesario es mucho más traumático.
P. ¿La solución pasa por la emisión de eurobonos?
R. Lo que los mercados han dictaminado es que el problema de la UE no es económico. En conjunto, tenemos mejores cifras que EE UU o Reino Unido. ¿Cuál es el problema? Que los mercados no se creen que la unión monetaria sea irreversible. ¿Por qué? Porque los mecanismos que se pusieron para que esto funcionara saltaron por los aires, empezando por el Pacto de Estabilidad, que incumplieron Alemania y Francia. Y las tres líneas rojas: no bailout [rescate], no default [ìmpago] y no exit [salida] han dejado de serlo. Tenemos que dar una señal clara de que esas declaraciones solemnes que hacemos de que vamos a salvar el euro no son pura retórica. Hay que pasar, como decía Lope, de las musas al teatro. Y la señal es la mutualización de la deuda, que tiene que hacerse en dos fases. Primero, la cesta de bonos que ha propuesto [el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão] Barroso, que es una responsabilidad conjunta pero no solidaria, pues cada uno responde de su parte y algo más que su parte. Y, cuando sea posible, cuando se haya producido la convergencia fiscal, pasar a una responsabilidad solidaria.
P. ¿Quién convence a Merkel de que los alemanes consuman más o acepten los eurobonos?
R. Alemania lo acabará haciendo. Siempre actúa cuando ve que hay un estado de necesidad. A corto plazo, exigirá que se voten al mismo tiempo el ajuste fiscal y el adelantamiento del mecanismo de estabilidad.
P. Todas esas medidas pueden resultar inútiles si llega S&P y rebaja la calificación de la deuda. ¿Para cuándo una agencia europea de calificación?
R. Soy profundamente europeísta, pero una agencia de calificación sirve en la medida en que los mercados creen en ella. Una agencia europea en la que no confíen los mercados no resuelve nada. Yo no creo que exista una conspiración contra el euro. Lo que hay es una profunda desconfianza respecto al euro, y eso solo puede combatirse con una voluntad política clara. O Europa da un salto hacia una Europa federal, por lo menos en la zona euro, o esto no tiene salida. Cuando has hecho una moneda común debes sacar las consecuencias y trasladarlo a una arquitectura política coherente.
P. Rajoy le dijo a Sarkozy que España apoya el impuesto sobre las transacciones financieras. Pero ¿lo apoya si lo acepta el G-20, si lo aprueba la UE, lo que es imposible por el veto de Londres, o si lo asume la eurozona?
R. Intentemos que lo apruebe el G-20, pero empecemos los 17 del euro. La condición que hemos puesto es que, si eso se repercutiese al cliente, no afectaría a las pequeñas y medianas empresas ni a las familias.
P. El pasado jueves le espetó "¡Gibraltar español!" al eurodiputado conservador británico Charles Tannock...
R. Era una broma entre viejos conocidos. Él solía presentarse como representante de un distrito de Londres y de Gibraltar, porque el voto de los gibraltareños se incluía en su circunscripción. Y yo contestaba: "Pues yo represento a España, menos Gibraltar".
P. ¿Y cuándo podrá decírselo a su homólogo William Hague?
R. Muy pronto. Mi mayor preocupación es que el Reino Unido no se separe en exceso de la UE. Tenemos intereses comunes, aunque discrepemos en la concepción de la unión económica.
P. El proceso de Bruselas, en el que se negociaba la soberanía del Peñón, está interrumpido desde hace diez años. ¿Hay alguna posibilidad de reanudarlo?
R. En el tema de Gibraltar hay que separar las cuestiones de soberanía y jurisdicción, a tratar exclusivamente con el Reino Unido, de las referidas a la cooperación entre los territorios y poblaciones limítrofes. Y en ese foro de cooperación debe haber una simetría. Es decir, si están presentes Reino Unido y las autoridades del Peñón, deben estar también las autoridades regionales [españolas].
P. ¿Propone cambiar el formato del Foro Tripartito para convertirlo en cuatripartito?
R. Eso es. Con dos condiciones: que ese foro hable de lo que debe hablar y de nada más; y que estén equilibradas las representaciones de las partes. Añadiría que, aunque estamos muy dispuestos a la cooperación, porque eso favorece a la población de ambos lados de la verja, no podemos avanzar mucho más en ese campo mientras no retomemos el diálogo sobre la soberanía.
P. Como veterano eurodiputado, ¿le sorprendió que el Parlamento Europeo tumbase el acuerdo de pesca con Marruecos?
R. Debo decir que la delegación del PP, y por tanto yo mismo, votamos a favor del acuerdo. [El resultado] no me sorprendió, pero me pareció una malísima noticia. En este momento estamos buscando una compensación para los 64 barcos españoles que han quedado amarrados y también un acuerdo que entre en vigor, aunque sea de forma provisional, lo antes posible, lo que les permitiría volver a pescar.
P. El PP apoyó el acuerdo de pesca con Marruecos, pero votó en contra del agrícola...
R. El PP votó en contra, y ahí coincide con la opinión del sector, porque consideró que es un acuerdo desequilibrado. Dicho eso, es interés de Marruecos y de España que haya acuerdo. Lo que se ha decidido, tras la visita del presidente Rajoy a Rabat, es que el ministro de Agricultura [español] vaya a Marruecos y que el ministro de Exteriores [marroquí] venga a Madrid para buscar acuerdo que satisfaga a las dos partes y sus intereses legítimos.
P. El PP criticó al PSOE por alinearse con Marruecos en el contencioso del Sáhara. ¿Cuál es la posición del actual Gobierno?
R. Exactamente la que refleja la resolución que renueva el mandato de la Minurso [Misión de la ONU para el Sáhara Occidental]. Lo que queremos es una solución política "justa, duradera y mutuamente aceptable, que prevea la libre autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental en el marco de la carta de Naciones Unidas". Hecha esa declaración de principios, que coincide con la que mantuvo el Gobierno anterior, apoyaremos todos los esfuerzos del enviado especial [del secretario general de la ONU], Christopher Ross, para hacer avanzar las conversaciones entre las partes.
P. ¿El derecho de autodeterminación se debe ejercer con un referéndum en el que una de las opciones sea la independencia?
R. Cualquier solución que tenga el consentimiento de las dos partes contará con nuestro apoyo. No le corresponde al Gobierno español decir de qué forma las partes entienden que se debe ejercer el derecho de autodeterminación.
P. ¿Apoyará España en la Asamblea General de la ONU el ingreso del Estado palestino?
R. Aún no lo han planteado. Cuando lo hagan, buscaremos un consenso en el seno de la UE, para que no pase como con su adhesión a la Unesco. En todo caso, estaríamos dispuestos a contemplar el ingreso de Palestina como miembro observador, siempre que las autoridades palestinas garanticen, entre otras cosas, que no aprovecharían ese estatus para recurrir a la Corte Penal Internacional, porque eso judicializaría el contencioso y haría más difícil la negociación política. Estoy convencido de que solo una solución negociada, que garantice la seguridad de los dos Estados, es posible. Todo lo que beneficie el entendimiento es bueno, todo lo que lo enturbie es malo.
P. La UE aprobará mañana el embargo de petróleo a Teherán. España, que importa de Irán el 20% del que consume, ha pedido seis meses de moratoria...
R. Algunos países piden tres meses, otros nueve; y otros, como España, seis. No sé cuál será la solución. Lo que me dicen Cepsa y Repsol es que tienen alternativas, por lo que el plazo me parece menos urgente. En mi visita a Arabia Saudí se me aseguró que los países del Golfo suplirían deficiencias de suministro y no aprovecharían el embargo para encarecer el precio.
P. Supongo que estos temas los abordará en su próxima entrevista con Hillary Clinton.
R. Sin duda. Me he reunido con el embajador de EE UU en Madrid y en los temas de carácter bilateral vamos avanzando. La limpieza de ente nuclear de] Palomares, que según la parte americana está en vías de solución, o el despliegue en Rota de la defensa antimisil, que exige una modificación del convenio y un trámite parlamentario. Y así lo vamos a hacer.
P. ¿Asume, por tanto, el compromiso del Gobierno anterior sobre el escudo antimisiles?
R. Lo que hay que negociar son las contrapartidas en términos de empleo, de cooperación a la defensa española...
P. ¿La liberación del español Martínez Ferrater ha sido un gesto de las autoridades cubanas hacia el nuevo Gobierno?
R. Cuando llegué al ministerio me encontré con este problema. Llamé al canciller [cubano Bruno Rodríguez] y me contestó que no podía hacer nada, porque la sentencia no era firme. La esposa de Martínez Ferrater, con quien he hablado varias veces, me aclaró que el recurso se había desestimado. Esa noche, el embajador [español en La Habana] presentó un certificado que así lo acreditaba. Volví a llamar al canciller, le expuse la situación y le dije que le agradecería enormemente que acelerase el tema. A mi vuelta de Arabia, me comunicó que [Ferrater] iba a pasar a los servicios migratorios para ser expulsado. "Lo hemos hecho por razones humanitarias, no tiene trasfondo político", me aseguró.
P. España ha liderado siempre la política de la UE hacia Cuba. El Gobierno del PSOE intentó sin éxito que se aboliera la Posición Común. ¿Qué hará usted?
R. Yo no quiero para Cuba nada diferente de lo que quiero para mi propio país. Quiero un régimen sin presos políticos, con un reconocimiento pleno de derechos y libertades, con pluralismo político, donde puedan convivir los que apoyan al régimen con los llamados disidentes. ¿Contribuye a eso un cambio en la Posición Común? A mi juicio no. La modificación de la Posición Común debe ir acompasada a los cambios dentro del régimen. Dicho eso, le advertiré de que el cambio de la Posición Común no tiene la menor posibilidad de prosperar. Están en contra Alemania, Suecia, Polonia y Chequia. Lo que probablemente haya que buscar es una interpretación más flexible de la misma para que vaya modulándose en función de los avances que se produzcan en Cuba.
P. ¿Cómo puede afectar a ese proceso la muerte en la cárcel del disidente Wilman Villar?
R. Estamos consternados y yo personalmente he transmitido a su familia el pesar del Gobierno español. Lo ocurrido pone de manifiesto, una vez más, la necesidad improrrogable de que Cuba garantice los derechos humanos y permita la expresión de toda idea política sin excepción.
P. Cádiz albergará en noviembre la Cumbre Iberoamericana, pero América Latina parece haber dado la espalda a Europa y mira ahora hacia el Pacífico.
R. Si la Unión Europea no quiere desaparecer de un continente que está creciendo económicamente, debe redoblar los esfuerzos. Por desgracia, América Latina no es una prioridad para la UE y eso determina que deba serlo aún más si cabe para España. Por razones históricas, culturales, lingüísticas, afectivas, pero también económicas. Hay que dar un nuevo enfoque a esas relaciones y eso debe plasmarse ya en la cumbre de Cádiz.
P. ¿El recorte de 1.000 millones en cooperación dificultará la candidatura española a miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU?
R. Digamos que mi colega de Hacienda no me lo ha puesto más fácil... Debemos cumplir unos objetivos de déficit y eso obliga a sacrificios en todas las partidas, también en cooperación, que esperamos sean temporales. Tendremos que concentrarnos en aquellos países en los que la UE no tiene una cooperación tan intensa, como los latinoamericanos, y habrá que hacer también una mejor administración de los recursos, que se puede.
P. ¿Seguirá apoyando España la Alianza de Civilizaciones?
R. Siempre me pareció algo etéreo. En la primavera árabe, por ejemplo, ha tenido un protagonismo menor, por decirlo amablemente. Ya no es una prioridad, pero en este momento es un programa de Naciones Unidas.
P. Usted ha propuesto que, para ahorrar, las autonomías tengan personal en las embajadas en vez de oficinas en el exterior
R. No solo es cuestión de coste, también de eficacia. La experiencia demuestra que, al final, a quien reciben las autoridades de cada país es al embajador.
P. La Generalitat catalana no se ha mostrado muy entusiasta.
R. Cada uno es libre de decidir, pero si yo fuese gobernante de una comunidad autónoma preferiría cerrar una oficina exterior cuya utilidad es dudosa que un ambulatorio.
P. ¿La oferta a Vargas Llosa de la presidencia del Instituto Cervantes ha sido un patinazo?
R. Ha sido una demostración de que este Gobierno va a buscar siempre la excelencia en todas sus formas. En el caso de Vargas Llosa entendemos sus razones y, por supuesto, aprovecharemos su ofrecimiento de colaboración.