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"Somos un país agradable para vivir pero difícil para trabajar y eso debe cambiar". (La Razón).

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Madrid.

«La Marca España recuperará nuestra imagen perdida».  «El Servicio Exterior bien empleado también puede ser un Ejército de una enorme dimensión»

Anda el ministro Margallo muy atareado estos días con la puesta de largo de la Marca España, su empeño personal para que las empresas españolas encuentren fuera la solución a la crisis que sufren dentro del país. Será el próximo 29 de abril y contará con las instancias más altas del Estado y las empresas que han querido sumarse, que son casi todas.

–¿De qué forma va a ayudar la Marca España a que las empresas vean incrementado su volumen de negocio?
–En un mundo globalizado en el que las empresas y los ahorros fluyen prácticamente en segundos al lugar que quieren, la imagen es muy importante. Compiten empresas, sistemas y países. La prueba más evidente es que la percepción de los mercados se marca en diferencias de prima de riesgo, que es lo que pagamos por el ahorro. O que las empresas multinacionales se establecen en los países cuya imagen consideran más importante. España, por desgracia, estos años ha perdido imagen. Se trata de recuperarla tratando de que todos los activos trabajen en la misma dirección. La Corona es el más importante, lo que se ha traducido en decisiones importantes en favor de nuestras empresas en el extranjero. También las Fuerzas Armadas, y no sólo porque desarrollan una labor de defensa de la paz y la estabilidad de los países, sino una labor humanitaria que nadie más puede realizar. Su imagen es mucho mejor en los países en donde operan que en España. El Servicio Exterior bien empleado también es un Ejército de enorme dimensión. Tenemos 118 embajadas bilaterales, once multilaterales, casi 300 consulados, más de 200 oficinas técnicas de cooperación, el Instituto Cervantes, etc. Nuestros cooperantes también contribuyen a mejorar nuestra proyección, igual que nuestros deportistas, gastrónomos... En el otro lado de la moneda nos interesa saber cuál es la opinión de los que están aquí, que las multinacionales nos digan qué hacemos mal, si seguimos siendo atractivos y si van a seguir invirtiendo. El resultado es que somos un país agradable para vivir, pero difícil para trabajar. Eso debe cambiar.

–¿Puede poner un ejemplo práctico?
–Lo último que me gustaría es que la Marca España fuera simple humo. Tendremos un panel de indicadores con umbrales para saber qué estamos haciendo bien y dónde y qué hay que mejorar. Por ejemplo, se trata de que un español que no tenga trabajo y quiera irse fuera a empezar un negocio pueda contar con una oficina que le diga dónde se saca el número de identificación fiscal, dónde se encuentran los impresos de la Seguridad Social. En definitiva, sentirse apoyado. Lo mismo ocurre con las pequeñas y medianas empresas. Habrá que ver si es más provechoso cerrar en algún sitio y abrir en otro.  EE UU es un ejemplo claro. Hay 50 millones de hispanoparlantes que pueden constituir un «lobby» de primera división.

- Usted se ha referido a los cooperantes como un valor añadido de nuestra imagen. ¿Cómo marchan las negociaciones para la liberación de los cuatro secuestrados?
- De este tema cuanto menos se hable, mejor. Todo el mundo lo ha entendido y quiero agradecérselo a Rubalcaba, que me ha ofrecido toda su colaboración, y al resto de los grupos. Cualquier declaración sólo puede empeorar la situación de los cooperantes o dificultar la negociación. El Gobierno está enormemente preocupado y estamos en contacto permanente con las familias.

–Respecto a la cooperación, ¿cuál es la peor herencia que le ha dejado la anterior ministra? Usted ha hablado de 400 millones transferidos a cuentas extranjeras y no ejecutados con intereses irrisorios.
–Eso nos va a dejar un margen, un colchón para este año. Ese dinero está contabilizado en el ejercicio anterior, y a efectos de computar la posición de España en el ranking de cooperantes en el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE no sirve. Sin embargo, el peor legado que ha recibido este Ministerio, y todos, es un endeudamiento feroz de familias, empresas y administraciones públicas que hay que purgar. En una fase de resaca hay que apretarse el cinturón y el margen de maniobra de este Gobierno es mucho menor que el anterior. Hacer cooperación sobre la base de dinero es sencillo, pero hacerlo sin él es más difícil. Seremos más transparentes en busca de una mayor eficacia y eficiencia a través de un análisis de impacto, de cómo repercute eso en el bienestar de las personas, que es el fin de la cooperación.  Nos vamos a concentrar en aquellos sectores en los que la UE esté menos presente, Iberoamérica y el norte de África. Podemos ser punta de lanza, que delegen en nosotros para llevar a cabo la cooperación por cercanía geográfica y cultural. Tenemos una experiencia que muchos no han tenido, y es haber pasado de una dictadura a una democracia.

–Parece que Gibraltar es una de sus prioridades. ¿Le ha contestado ya Londres a su propuesta de crear un foro con cuatro banderas en lugar de tres?
–Ahí puede ver el cuadro que han colgado todos los ministros, el Peñón de Gibraltar. El asunto tenía dos problemas que había que abordar de forma inmediata y de la manera más estruendosa posible. Moratinos y Straw se cruzaron tres cartas, y en la del británico se decía que Reino Unido no empezaría ninguna negociación sobre soberanía sin el consentimiento de los habitantes del Peñón. Si eso se deja correr sin reaccionar muy pronto y de forma muy pública va haciendo causa y luego uno no se puede quejar porque lo ha aceptado de forma tácita. Bruselas y la ONU no dicen eso, dicen que el resultado de la negociación con España lo podrán someter al juicio de los habitantes del Peñón, pero no que puedan vetar el inicio de las conversaciones. Por otra parte, se puso en marcha una operación desdichada que se llamó Foro Tripartito, que ponía en la misma posición a España, a Reino Unido y al Peñón. Y, para colmo de despropósitos, después de Córdoba el foro se reunió en Gibraltar. Fue la primera vez en 300 años que un ministro español va a un peñón donde ondea una bandera extranjera. A mí me importan mucho los intereses de los habitantes de un lado y otro de la Verja, sobre todo de los míos, pero eso se discute en un foro entre el Peñón y el Campo de Gibraltar. O cuatro banderas o dos.

–¿Qué le ha contestado Hague?
–Los gibraltareños han dicho que podemos integrar en nuestra delegación al Campo de Gibraltar. Si Reino Unido los integra, a mí me va bien, porque se mantiene la simetría. Le hemos mandado una larga carta en la que decimos cuáles son los temas a discutir y las autoridades que deben hacerlo. Aún no hemos recibido respuesta, pe-ro es un tema que llevaba estancado mucho tiempo. Recuperar terreno es mucho más lento que perderlo y hay que pagar muchas facturas.

–Siempre desde el planteamiento de que Gibraltar es español.
–Si Reino Unido cede la soberanía, tiene que hacerlo a España. La situación jurídica se caracteriza por tres cosas: estaba en la lista de territorios sujetos a descolonización de la ONU, también en la de aquellos territorios en los cuales no es aplicable el principio de autodeterminación y es un asunto que debe ser resuelto por acuerdo. Ellos quieren que elijan los gibraltareños, que es lo único que no puede ser. Sólo puede ocurrir que Reino Unido se vaya y nos entregue las llaves que les dimos en 1713.

– Hablando de procesos descolonizadores, el Frente Polisario los esperaba como agua de mayo para arreglar el conflicto del Sáhara Occidental.
–Nosotros seguimos ayudándolos a través de la oficina de ayuda humanitaria porque están en una situación muy difícil. La declaración que yo hice sobre el Sáhara fue la misma ante el ministro marroquí en Madrid y ante el argelino en Argel. Queremos una solución justa, pacífica y estable que permita la libre determinación del pueblo saharaui de acuerdo con la doctrina de Naciones Unidas y que sea aceptada por ambas partes. La responsabilidad de España en este tema es la misma que la de cualquier otro miembro de la ONU.

–Da la impresión de que su Gobierno está suavizando la postura sobre Cuba.
–El Gobierno anterior quería cambiar la Posición Común de 1996 que dice que cualquier normalización de relaciones con la UE está condicionada a avances democráticos. No vamos a cambiarla porque no se han dado las condiciones para ello. Pero permite una variedad de interpretaciones que iremos haciendo  más flexibles a medida que el régimen avance. Yo quiero para Cuba lo mismo que quiero para España.

–¿Vendrá Obama a España? Zapatero no logró que efectuara ese viaje.
– Creo que este año va a estar muy ocupado con sus elecciones, pero en cualquier caso el bloque transatlántico sigue siendo el más importante del mundo. El mensaje que le transmití a Hillary Clinton es que España está de vuelta para quedarse, que quiere volver a ser un agente importante en la escena internacional, que somos serios y fiables. Le dije que no buscara aliados en otro lado, nosotros somos eso. En las tres misiones que compartimos, Líbano, Somalia y Afganistán, entramos juntos y saldremos juntos. Discutiremos si hay que acelerar la retirada en Líbano o Afganistán, pero lo haremos en los foros adecuados. No vamos a proceder a una retirada unilateral, a coger el petate y dejar el flanco desguarnecido. 

–¿Siguen teniendo sentido las cumbres iberoamericanas con lo que cuestan?
–Hay que dotarlas de mayor contenido. Cuestan dinero, pero también se rentabilizan. Creo que es la única organización del mundo que ha celebrado más de 20 cumbres todas seguidas, cada año. Es cierto que las dos últimas fueron regulares. Hay que darse cuenta de lo importantes que somos cuando trabajamos juntos. Si toda la comunidad iberoamericana nos sentimos familia y actuamos como tal somos una potencia de una importancia enorme. Decía Mitterrand: «Qué haría yo si tuviese Latinoamérica». Nosotros formamos parte de esa familia.

–¿Ha habido un acercamiento con los países del eje bolivariano?
–Todas son relaciones de familia y hay que tratarlas como tal. En la familia hay siempre unos hermanos que nos gustan más que otros. Algunos preferimos Perú, Colombia o Chile como modelo político y económico y a otros les gusta más el modelo del ALBA.

–¿No cree que esa influencia bolivariana es un peligro para España? Inversores como China pueden tener menos escrúpulos.
–Yo los he visto trabajar en África, en América Latina, y ése un tema en el que simplemente no entran. El planteamiento de China en sus relaciones con terceros países es exclusivamente económico. Los acuerdos de asociación de la UE tienen un diálogo político, unas relaciones comerciales y económicas y unas culturales. Son acuerdos más integrales. Hay una cláusula, la democrática, según la cual damos prioridad a los regímenes que respetan los valores en que se fundamenta la unión.

–¿De que forma se pueden asegurar que el dinero destinado a dictaduras como la de Guinea Ecuatorial no acabe en manos equivocadas?
–Con Guinea Ecuatorial tenemos un diálogo constructivo, insistimos enormemente en que se respete un determinado clima democrático, la vigilancia de los derechos humanos, etc. Pero la vigilancia de cómo se invierte el dinero de un proyecto tiene poco que ver con un sistema democrático. Nosotros tenemos que establecer unos sistemas de transparencia y control que nos permita ver cómo se está gastando ese dinero.

–El otro día calificó el 5,3 del déficit como un éxito inapelable para España. En esa negociación, ¿de verdad tuvieron la esperanza de que se aceptara el 5,8?
–Lo intenté explicar cuando dije que iban a ser décimas. Hay unas reglas no escritas en la UE que se respetan siempre. ¿Por qué Grecia se ha fijado el tope de que en el año 2020 su deuda será el 120 por cien del PIB? Porque ésa era la deuda pública de Italia y no se puede dar a un país que se estaba rescatando un margen mayor que a uno que no estaba sometido a rescate. Igual que la explicación de que el Pacto de Estabilidad fija el déficit en el 3 por cien, porque era la media de los países que estaban en el euro. No tiene otro secreto. Para que la UE acepte, nada más firmar un pacto de estabilidad, que hay que hacer una interpretación más inteligente, más flexible, del déficit, la regla es que no podía superar un punto y nos han dado 0,9 décimas. Lo máximo que podían dar. ¿Y por qué nos han dado eso? Porque las circunstancias han cambiado y porque nosotros somos serios. En el programa de estabilidad que mandó el PSOE se decía que iban a crecer al 2,3 y que el déficit no superaría el seis. Se prevé que el crecimiento va a ser por debajo del uno y que el déficit es del 8,51. Ya lo decía Keynes: «Cuando cambian las circunstancias, yo cambio de opinión. ¿Y usted qué hace?» Es un éxito, no había pasado nunca.


- Usted ha sido muy crítico con la gestión europea de la crisis. ¿Lo están haciendo mejor?
- El pacto fiscal está bien, el mecanismo de estabilidad es incompleto y nos queda mucho, mucho por hacer en materia de crecimiento. Sólo para honrar tus compromisos de deuda tienes que crecer a una determinada velocidad, y Europa no lo está haciendo. Cuando en esta familia unos tenemos dificultades, los que no las tienen deben tirar del carro. Alemania debe subir sus salarios para aumentar la demanda interna y comprar al resto. Hay que poner en marcha iniciativas comunes porque la Unión Europea en su conjunto tiene un margen de maniobra inmensa. El Banco de Inglaterra tiene deuda británica por valor del 20 por ciento del PIB, el Banco Central Europeo  sólo por el dos por ciento del total europeo. Fíjese si hay margen.


En primera persona
Desde su toma de posesión el pasado 28 de diciembre, el ministro de Exteriores no ha parado de dar titulares. Después de 17 años como eurodiputado en Bruselas, José Manuel García-Margallo y Marfil (Madrid, 1944) ha irrumpido con fuerza y empuje en la política nacional. De la UE se ha traído a su amigo y escudero Íñigo Méndez de Vigo y un profundísimo conocimiento de la economía y los entresijos comunitarios que tanta falta hacen estos días. Su amplia experiencia política, primero en la UCD y luego en el PP, le ha dejado un poso que se trasluce en sus discursos y que agradecen los diputados que le escuchan en las Comisiones del Congreso. No sólo los populares.