Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para su funcionamiento, mantener la sesión y personalizar la experiencia del usuario. Más información en nuestra política de Cookies

Menua

Intervención del ministro García-Margallo en la presentación del Anuario del Instituto Cervantes. El español en el mundo 2012

2013(e)ko urtarrilak 14

Saludo a autoridades.

Me complace especialmente comparecer en el Instituto Cervantes, institución que desde mis primeras intervenciones califiqué como una de las joyas de la Corona de la acción exterior de España. Instituto Cervantes, cuya custodia compartida tenemos el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Educación y Cultura.

Me complace poder aprovechar esta ocasión para hacer algunas reflexiones generales sobre el papel de la región Asia-Pacífico en el mundo, el futuro de la relación Asia- Pacífico con el mundo, los desafíos que se presentan para Europa y los desafíos que se presentan para España.

Entrando en el primer aspecto, en el primer tema, es casi un lugar común decir que la globalización es un fenómeno revolucionario, pero no es tan corriente explicar en qué consiste el aspecto revolucionario de este fenómeno. Las definiciones más al uso suelen identificar la globalización con una intensificación de las relaciones comerciales y de los flujos de capital, pero esos dos fenómenos no caracterizan la globalización que estamos viviendo. Por poner un ejemplo histórico, antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las relaciones comerciales de Europa con el resto del mundo alcanzaban cifras que solo se superaron en 1970. Los flujos de capital desde Europa al resto del mundo alcanzaban también cifras que solamente se alcanzaron en esa fecha. No es, por tanto, la intensificación de las relaciones comerciales o los flujos de capital lo que caracteriza la globalización que estamos viviendo. En mi opinión la globalización que estamos viviendo es un fenómeno revolucionario global, que afecta a todos los aspectos de la vida: los económicos, la emigración, la utilización de los recursos naturales, el cambio climático y la tendencia a una cierta uniformización de la cultura sobre patrones anglosajones.

Este fenómeno de la globalización así entendido ha colocado en un lugar prioritario a la región de la que hoy estamos hablando, la región de Asia-Pacífico. Permítanme darles algunas cifras para ejemplificar: en el siglo XIX, el Reino Unido, que contaba entonces con 9 millones de habitantes, tardó 155 años en duplicar su producto interior bruto. En el siglo XX, Alemania y Estados Unidos, que tenían varias decenas de millones más que Reino Unido en el siglo XIX, tardaron solo 60 años en duplicar su PIB. En los años que corremos, China y la India estarán consiguiendo este objetivo en una sola década.

Como consecuencia de esta vertiginosa evolución, para tomar prestada una expresión de Alvin Toffler: «Hoy los países de Asia se han convertido en los países más prometedores del mundo». China es la segunda economía del mundo, Japón es la tercera; los países asiáticos, que concentran una tercer parte de la población, concentran un 80 % de las divisas mundiales, y su crecimiento no tiene parangón en otras regiones del mundo. Y este fenómeno, el del protagonismo de Asia-Pacífico en el mundo es algo que no se va a detener.

La superación de la población en el umbral de la pobreza, el aumento de las clases medias y el crecimiento de sus potenciales económicos van a determinar que los países de Asia, singularmente China y otros países importantes en la zona, ofrezcan unas oportunidades desconocidas hasta ahora. China, Asia y el resto del Pacífico se van a convertir en el nuevo El Dorado del siglo XXI. La consecuencia, desde el punto de vista de la política exterior, es que los problemas de Asia serán los problemas del mundo.

No es casual que el presidente Obama hiciese su primer viaje presidencial, en la inauguración de su segundo mandato, a China y no es casual que en la reunión que congregó a los países de ASEM estuviesen los principales dignatarios de América, de África, de Asia y, por supuesto, de Europa.

Segundo aspecto que quisiera comentar es la relación de Europa con la región Asia-Pacífico, relación en la que España debería tener un protagonismo importante en su definición y en su ejecución. Todos los países de la Unión Europea están compitiendo por implantarse, o aumentar su implantación, en esta región. España ha llegado relativamente tarde, y nos interesa en este momento recuperar el terreno perdido. España está teniendo un protagonismo importante en lo que es la discusión de los acuerdos preferenciales de comercio. Se ha cerrado el de Corea, estamos estudiando el de Japón y tendremos que seguir estudiando, avanzando y ayudando a los países asiáticos y europeos a cerrar unos acuerdos que nos interesan especialmente.

Quisiera, en lo relativo a España, hacer algunas reflexiones de cómo se enmarca el Instituto Cervantes en la acción exterior de España. Empezaré por señalar que la primera iniciativa de este Ministerio fue la puesta en marcha, el lanzamiento, de lo que llamamos la Marca España, que pretende potenciar y desarrollar la imagen de España hacia fuera y hacia dentro; hacia dentro, el Ministerio ha tenido reuniones con todas las empresas multinacionales que operan en España para saber qué es lo que habría que hacer para que mantengan sus inversiones y eventualmente las aumenten.

Hemos logrado hacer un «vademécum» de todas aquellas barreras, obstáculos y medidas que se oponen a la inversión extranjera en España, y estoy seguro de que esas reflexiones serán una buena base para las leyes de restablecimiento de consolidación de mercado internacional que el Gobierno quiere abordar este próximo año. Pero si importante es la promoción de imagen hacia los que vienen a invertir, a residir, a viajar, a conocer España, más importante aún es la proyección de la imagen de España hacia fuera. Proyección de imagen hacia fuera que pretende captar el ahorro externo que necesitamos para financiar la economía española, captar las inversiones extranjeras para ponernos otra vez en la senda de crecimiento y creación de empleo, potenciar las exportaciones de bienes y servicios desde España para crear empleo en España, y potenciar la internacionalización de la empresa española fuera.

Esa iniciativa, concretada hasta ahora en la Marca España, exige un desarrollo posterior. El Gobierno estudiará y –espero– aprobará una ley de acción exterior que tendrá en cuenta los acontecimientos que se han producido en el mundo desde la aprobación de la Constitución; un breve listado –diré– que, en este momento, si la política exterior corresponde por imperativo constitucional al Gobierno, son muchos más los actores que intervienen en la acción exterior. Son muchos más los actores que de alguna manera realizan actuaciones fuera para mejor cumplimentar las funciones que tienen atribuidas por título competencial en la Constitución, en los estatutos de autonomía o en las leyes.

Siendo muchos los agentes que intervienen en el mundo, son muchas más que hace unos años las materias en las que se interviene. Si hace unos años, unas décadas, la diplomacia era la diplomacia tradicional de las relaciones internacionales, las relaciones entre sujetos soberanos, entre sujetos de derecho internacional, hoy la acción exterior abarca muchos campos. Abarca el campo de la diplomacia pública, el acercamiento entre las sociedades. Abarca el campo de la diplomacia económica, el campo de la diplomacia política… Abarca, en definitiva, todos los aspectos de la vida. Y siendo muchos los actores, y siendo muchas las materias que son objeto de especial atención de comercio en materia internacional, es obvio que se impone una coordinación; una coordinación que necesariamente debe hacer el presidente del Gobierno, asistido por un Consejo de Política Exterior en el que estén presentes todos los departamentos que intervienen, que actúan en el exterior, en el que estén presentes aquellos agentes que, sin formar parte de la Administración General del Estado, también intervienen en el exterior, desde las Cortes Generales, hasta el Consejo del Poder Judicial, y que coordine la acción de las comunidades autónomas, cuya acción exterior es cada día más numerosa.
 
Más interlocutores, más materias, más coordinación, que debe plasmarse en instrumentos concretos que definan un cuadro general de lo que es la política exterior y lo que es la acción exterior. El Consejo de Política Exterior y el Comité Ejecutivo de Política Exterior, en el que estarán los subsecretarios de los departamentos, tendrán que revisar la organización y la mejor utilización de los recursos humanos en esta época de restricciones presupuestarias. Debe plasmarse en una estrategia a cuatro años, a medio plazo; una estrategia de acción exterior en la que esa planificación figure «negro sobre blanco». Estrategia que será examinada, completada y, en su caso, revisada por los informes anuales; que será completada por el Plan Director de Cooperación, también a cuatro años, en el que definiremos cuál es el diseño de nuestra política de cooperación internacional, un plan cultural y los planes anuales de la Marca España.

Decía al principio que la globalización es un fenómeno revolucionario que afecta a todos los aspectos de la vida, y singularmente he citado en último lugar los aspectos culturales, y he citado el peligro de uniformización de la cultura en patrones que son ajenos a nuestra cultura iberoamericana.

En este fenómeno de coordinación hay dos acontecimientos posteriores a la Constitución que ayudan a hacer esa coordinación: en primer lugar, el reencuentro de España con Europa. España es un socio importante en la Unión Europea y todos los actores que actúan en la escena internacional deben colaborar con el Gobierno para diseñar la política europea, como el Gobierno debe vigilar que la política europea se ejecute en los términos que las autoridades comunitarias nos exigen.

Proponemos, aprovechando la creación de un servicio de acción exterior –y me refiero a esto porque hablaré luego del «redespliegue», lo estamos haciendo ya–, cerrar aquellas representaciones diplomáticas, comerciales o de otro orden en aquellos lugares en los que no se justifique una presencia autónoma, para incorporar a nuestros funcionarios a las delegaciones u oficinas de la Unión Europea, firmando protocolos que determinen el ámbito y las características de esta actuación. España ha sido pionera, y me consta que nuestra iniciativa está siendo estudiada por otros países.

Pero hay otro aspecto al que se ha referido el director, que es la comunidad iberoamericana de naciones. Si alguna preocupación hemos tenido en el Ministerio de Asuntos Exteriores, ha sido dotar de más contenido a la comunidad iberoamericana de naciones. Empezando sobre una reflexión sobre el futuro de cuáles serán las cumbres que culminaremos en Panamá, e intentando aprovechar ese espíritu de colaboración, diálogo y aproximación de los países que la forman para crear también sinergias. Ha aludido Víctor al convenio que se ha firmado con México, que nos permitirá disponer de la red consular de México –más numerosa que la nuestra– en Estados Unidos, en un año capital, porque este año se cumple el quinto centenario del descubrimiento de Florida y el quinto centenario del descubrimiento del Océano Pacífico, ocasión que aprovecharemos para intensificar nuestras relaciones con Estados Unidos.

Como ha dicho el director, en este país hay 50 millones de personas que tienen el español como lengua materna. El español es la segunda lengua más aprendida, más que todas las otras lenguas juntas, y más utilizada en nuevas tecnologías en Estados Unidos, y no como menor factor señalaré que la comunidad hispanohablante tendrá un protagonismo cada vez mayor en la política propia de Estados Unidos.

Lo mismo que se ha hecho con México es algo que queremos hacer en el terreno diplomático, en el comercial, en el cultural y en todos aquellos terrenos en los que tengamos acciones conjuntas. Allí donde un país iberoamericano –o España– consideren que no se justifica una representación propia, intentaremos firmar acuerdos de colaboración permitiendo o pidiendo la entrada en cada una de estas representaciones para actuar juntos, cosa que nos permitirá ahorros importantes, una presencia mayor en el mundo, y en definitiva un intento de colaboración continuo que no se agote de cumbre a cumbre.

En materia cultural van a tener ustedes una mesa redonda sobre el español en el mundo con especial atención a la región Asia-Pacífico, por tanto sería presuntuoso por mi parte el intentar hacer aquí hacer algún comentario inteligente sobre este tema, que estoy seguro que harán con mucha más inteligencia que yo los representantes de la mesa. Sí decir que para el Ministerio de Asuntos Exteriores, y para el Gobierno en su conjunto, Asia-Pacífico se ha convertido en una prioridad. Aprovecho para señalar que uno de los primeros frutos que debe hacer el Consejo de Política Exterior, y debe plasmarse en la estrategia de política exterior, es un «redespliegue» de todos nuestros medios, de nuestros recursos materiales y nuestros recursos humanos, para ir retirándonos parcialmente, incorporándonos a la Unión Europea –o donde sea posible– para ir «desplegándonos» en aquellos terrenos más importantes.

He empezado mi intervención dando algunas cifras de cuál es la velocidad del cambio en Asia-Pacífico, cuál es la realidad actual de Asia-Pacífico, cuál es el futuro de Asia-Pacífico. Completaré ahora diciendo que hemos llegado tarde. Nuestras relaciones comerciales con esta región son muy pequeñas, nuestras relaciones de inversión allí son todavía muy pequeñas y, por tanto, tenemos mucho terreno que ganar, y para ganar ese terreno todos los medios son pocos.

He hablado antes de los aspectos a los que se refiere la globalización. He dicho también que la diplomacia supone poner en valor todos los activos con los que cuenta un país para defender sus intereses nacionales. España cuenta con muchos valores; en la Marca España hablamos del valor que representa la Corona, el papel que representan nuestras Fuerzas Armadas en su labor humanitaria, la labor que realizan nuestros cooperantes, el papel que hacen nuestras empresas multinacionales, no solo creando empleo sino educando, formando, desarrollando y respetando el medio ambiente, y el valor y el papel de nuestros gastrónomos, deportistas..., en definitiva todos esos activos que han hecho de España una gran nación.

La lengua –lo he dicho anteriormente– es probablemente nuestro activo más valioso, y el Instituto Cervantes es el instrumento más poderoso con el que contamos para poner en valor ese instrumento. No se trata –se lo he oído muchas veces al director– de convertir al Cervantes en una academia de lengua más, se trata de hablar de calidad, de formación del profesorado, de difusión de la cultura en español, es decir, incorporando no solo las culturas regionales españolas sino también las culturas iberoamericanas.

Se trata, en definitiva, de utilizar ese instrumento que nos distingue de los animales, que es la lengua, para hacer una colaboración estrecha entre nosotros y hacer de la Marca España la marca que siempre debió ser, la marca que debe ser y la marca que, con el esfuerzo de todos, será.

Muchas gracias.