Estimado Presidente del Consejo Permanente
Estimado Secretario General
Queridos Embajadores
Les agradezco la iniciativa de convocar este Consejo Permanente Especial.
Llego aquí, aun impresionado tras mi participación en los actos conmemorativos de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. En ese momento, hace 70 años, el ser humano se asomó al abismo. Esos campos de concentración y de exterminio son la prueba más palpable y terrorífica de la inmensa maldad que puede generar el alma humana.
Entonces, la sociedad internacional se conjuró para que nada como eso volviera a pasar. Y en su conjunto se dotó de mecanismos para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”.
Sobre esa nueva base hemos ido construyendo el mundo de nuestros días, pero hoy, los esquemas que han ordenado el mundo desde el final de la II Guerra Mundial, han de ser revisados para adaptarse a las exigencias de un mundo nuevo.
Porque sería un error identificar la internacionalización que ahora vivimos con la que vivieron nuestros abuelos.
La globalización que estamos viviendo es un fenómeno revolucionario nuevo, con rasgos propios. Por ejemplo:
- De las 150 grandes economías del mundo 87 son empresas y sólo 63 Estados. La cifra de ventas de Wal-Mart Stores es mayor que el PIB de Austria, Dinamarca, Portugal o Hungría...
- Los países emergentes ocupan parcelas cada vez mayores de la economía internacional. Producen bienes y servicios de alto valor añadido ya no solo “commodities”. Compiten por el ahorro y la inversión internacional. Reclaman más agua y energía.
- Los actores no estatales son capaces de influir en la realidad internacional gracias a los avances tecnológicos y la explosión de las redes sociales. Nuevos movimientos sociales y nuevas formas de comunicación aparecen con fuerza y alteran los equilibrios establecidos con una gran rapidez. Fidel Castro tardó tres años en llegar de Sierra Maestra a La Habana. Bastaron dos días para que la chispa que prendió en Sidi Bou Said (Túnez), cuando un vendedor ambulante se inmoló en un dramático acto de protesta y desesperanza ante el futuro, se extendiese por todo el norte de África y Oriente Medio.
La interdependencia que deriva de la globalización acelerada y el carácter transnacional de las amenazas otorgan un nuevo papel a las organizaciones y estrategias regionales. Estoy convencido de la importancia de una aproximación regional a los conflictos.
En este contexto, España considera que la OSCE ha sido y es un instrumento clave para consolidar la paz y fomentar prosperidad en las regiones Euro-Atlántica, Euro-Asiática y Euro-Mediterránea.
España creyó en la OSCE desde sus orígenes: coadyuvó decisivamente a los resultados de la Conferencia de Helsinki; ofreció Madrid para una de las conferencias de seguimiento de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE); y presidió la Organización en 2007.
Hoy como ayer, España confía en la OSCE como foro de diálogo y como instrumento de acción. Creemos en el papel que ha sido llamada a desempeñar para contribuir a solucionar la más grave crisis de la seguridad europea desde finales de la guerra fría. Creemos que esta organización debe ayudar a redefinir la arquitectura de la seguridad en Europa y a restablecer la confianza.
Ahora bien, el diálogo político sólo dará resultados si existe el convencimiento de que los principios se respetan y los compromisos se cumplen. No caben excepciones al respeto de la legalidad, al Estado de Derecho y a los principios de integridad territorial, independencia y soberanía de los Estados.
La crisis de Ucrania ha abierto una enorme brecha que ha puesto en cuestión los fundamentos mismos del sistema.
La soberanía, independencia e integridad territorial de Ucrania han de ser respetadas.
Al mismo tiempo, debemos pensar en Rusia como un aliado estratégico y no como un adversario. Es imprescindible explorar fórmulas para normalizar la relación de Europa con Rusia, pues no se entiende la una sin la otra.
No hay una solución militar a la crisis de Ucrania. La única salida pasa por el diálogo y la cooperación. Apoyamos sin fisuras la aplicación de los Acuerdos de Minsk y el conjunto de medidas aprobados el 12 de febrero. El papel de la OSCE en la verificación del cumplimiento de los Acuerdos es fundamental.
La labor de la Misión Especial de Observación en Ucrania es un esfuerzo colectivo que merece todo nuestro aprecio y reconocimiento. España participa en ella con 13 monitores. Hemos apoyado la extensión de su mandato y por tanto el aumento del presupuesto necesario para su mantenimiento, lo cual afecta especialmente a los Estados que, como España, se encuentran entre los principales contribuyentes de esta organización.
El objetivo inmediato tiene que ser el cumplimiento del alto el fuego y la retirada del armamento pesado. Debe permitirse que la Misión de Observación pueda cumplir sus cometidos en condiciones seguras. Paralelamente, debe avanzarse en el proceso político que permita a Ucrania continuar la senda elegida de la democracia, las reformas y la prosperidad del país.
La celebración del 40 aniversario de la firma del Acta final de Helsinki nos brinda una buena oportunidad para reafirmar los principios sobre los que se sustenta la organización. También lo es para reflexionar acerca del papel que la OSCE está llamada a desempeñar en el futuro en un contexto de cambio como el actual. Será preciso identificar los retos y amenazas comunes que tenemos, no sólo como Estados participantes de la OSCE, sino teniendo también en cuenta nuestro entorno y la situación internacional en general.
España apoya los trabajos que se están llevando a cabo en el marco del proceso Helsinki+40 para realizar esa reflexión en profundidad y que la OSCE pueda desarrollar todo su potencial.
Permítanme en este sentido hacerles las siguientes propuestas, derivadas de un análisis sosegado de la nueva realidad desde la óptica española.
Algunas de las amenazas a la seguridad más profundas y genéricas que nos afectan a todos provienen de la frontera sur de nuestra organización. España es plenamente consciente de esta realidad y por ello promueve activamente un clima de diálogo, entendimiento y cooperación con los países se la ribera sur del Mediterráneo.
El pasado 13 de abril España albergó en Barcelona una reunión de la Unión Europea y sus Estados miembros con los países de la Vecindad Sur. Por primera vez en 8 años, los Ministros de Asuntos Exteriores de los países de ambas orillas del Mediterráneo se sentaron en torno a una misma mesa para abordar conjuntamente la manera de cooperar y luchar juntos contra los desafíos a que se enfrentan nuestras sociedades. Asuntos como la estabilidad en la región, las migraciones, la lucha contra el terrorismo, el diálogo intercultural e interreligioso, fueron algunos de los asuntos tratados en esa reunión.
La gravedad de las amenazas y la urgencia de hacer frente a los retos planteados, nos obligan actuar con rapidez también aquí en la OSCE.
- En primer lugar, introduciendo en el debate político principal estas cuestiones.
- En segundo lugar, reforzando la dimensión mediterránea de la OSCE.
Ya en el Acta Final de Helsinki reconocimos que la seguridad del área OSCE está indisolublemente unida a las regiones adyacentes. Es necesario seguir fomentando las relaciones con los Socios Mediterráneos de cooperación. España está convencida de que un diálogo de calidad en el seno del Grupo de Contacto es un valor en sí mismo. He conocido con gran interés la convocatoria de la Conferencia anual de la OSCE en Jordania en octubre de este año. Pueden contar con la colaboración de España para que sea un éxito.
Quiero detenerme un instante en dos fenómenos que, en mi opinión, merecen particular atención: la migración en el Mediterráneo y la lucha contra el terrorismo,
En relación con la migración, estamos aún abrumados por las recientes tragedias ocurridas cerca de nuestras fronteras. Debemos mantener la firme determinación de continuar colaborando para la solución de este problema. Es éste un gran reto que afecta no sólo a los países mediterráneos sino al conjunto de nuestros estados, afectados de una manera u otra como países de origen, de tránsito o de destino. En el Consejo Europeo Extraordinario de la UE sobre la Migración se acordó llevar a cabo una serie de medidas. España apoya las iniciativas que en el ámbito de Naciones Unidas y de la OSCE puedan también coadyuvar a tratar esta compleja cuestión, que exige, junto a las respuestas de emergencia, una reflexión que tenga en cuenta los retos a medio y largo plazo.
Otra de las amenazas a las que nos enfrentamos es la expansión del fenómeno del terrorismo. A las puertas de nuestras fronteras ondean las banderas de DAESH. París, Copenhague, Túnez, y antes Madrid, Londres, etc, han sido víctimas de la sinrazón y la barbarie del terrorismo. Debemos seguir reforzando nuestra acción en asuntos como la lucha contra el radicalismo y el extremismo violento, la lucha contra el terrorismo, o el tratamiento del fenómeno de los combatientes extranjeros.
España, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad, está firmemente comprometida con esta cuestión. En el mes de julio tenemos previsto organizar una reunión en España del Comité de Naciones Unidas Contra el Terrorismo sobre Combatientes Terroristas Extranjeros. Por otro lado, en un reciente debate organizado por Francia en el Consejo de Seguridad sobre la protección de minorías étnicas en Oriente Medio, propuse el nombramiento de un Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Lucha contra el Extremismo Violento, encargado de coordinar todas las iniciativas en este terreno. También pedí la creación de un mecanismo jurisdiccional internacional especializado para enjuiciar los crímenes cometidos por el extremismo violento, con el propósito de luchar contra la impunidad.
En mi opinión, es importante que la OSCE incorpore todas estas cuestiones a sus debates, pues constituyen algunas de las amenazas más importantes de nuestro tiempo que no deben resultar ajenas a nuestra organización.
Entre las señas de identidad de la política exterior de España se encuentra su vocación por la diplomacia preventiva.
Por ello, acogemos con satisfacción el incremento de las iniciativas de la OSCE en este campo y aumentar sus capacidades, por ejemplo en el ámbito de la mediación. España contribuirá a ello desde su experiencia y también en el marco de la iniciativa Mediación en el Mediterráneo, que hemos lanzado junto con Marruecos y en la que la OSCE ha venido participando. En marzo dedicamos un seminario en Madrid al papel de las organizaciones regionales en la Mediación en el Mediterráneo en cumplimiento de lo establecido en la resolución 68/303 de la Asamblea General de Naciones Unidas.
La Alianza de Civilizaciones es un instrumento tendente a mejorar el diálogo y la comprensión través de mecanismos preventivos para luchar contra la radicalización y el extremismo violento. España estuvo en el origen de esta iniciativa, junto con Turquía, y la sigue impulsando hoy. La dimensión de seguridad que tiene la Alianza de Civilizaciones hace que pueda resultar de gran utilidad en el marco de los actuales debates y trabajos en el seno de esta organización.
Otra herramienta de gran potencial para prevenir conflictos es el Centro Rey Abdalá para el Diálogo Intercultural e Interreligioso con sede aquí en Viena. La utilización espúrea de la religión como justificación de crímenes horrendos debe ser contrarrestada con el fomento de la tolerancia mediante el diálogo.
España aplaude que el Foro Económico y Medioambiental de la OSCE se dedique este año a la gestión del agua. Mi país es un actor destacado en diplomacia del agua.
Hemos desarrollado una cooperación excelente con Portugal para la gestión conjunta de los recursos hídricos. Junto a Alemania impulsamos en Naciones Unidas el reconocimiento del derecho humano al agua y al saneamiento. Con Argelia copilotamos la estrategia del agua en el Mediterráneo Occidental.
La OSCE nos brinda los medios para trabajar en el fortalecimiento de mecanismos de cooperación que aseguren una gestión adecuada de este recurso vital.
Es imprescindible reforzar la dimensión humana de la OSCE. Existe un vínculo cierto y profundo entre la seguridad y el respeto a los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho.
España apoya el buen hacer de la Oficina de Instituciones Democráticas y de Derechos Humanos y de la Alta Representante para la Libertad de los Medios. Ambos son instrumentos al servicio de la libertad y del Estado de Derecho.
De las crisis podemos salir más fuertes. Todos los miembros de la OSCE estamos llamados a convertirnos en auténticos socios estratégicos en un mundo dinámico que exige cooperación para enfrentar las múltiples amenazas globales.
La seguridad y la prosperidad pasan por sumar y no por dividir; por el respeto al Estado de Derecho y no por el ejercicio de la arbitrariedad. El enfrentamiento y la desunión nos debilitan. Causan heridas que tardan generaciones en cicatrizar.
Por ello, hago un llamamiento a reafirmar nuestra adhesión a los principios que constituyen los cimientos de la Organización con el fin de que vuelva a estar a la altura del espíritu con el que fue concebida. Para ello cuentan con colaboración de España.