A continuación, la intervención completa:
Quiero, en primer lugar, celebrar que la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer aborde en esta ocasión un tema tan relevante como es la crisis climática a la que nos enfrentamos y las consecuencias para mujeres y niñas.
Seguir impulsando la igualdad de género y los derechos de mujeres y niñas, y los compromisos alcanzados en la Declaración de Beijing del año 95, la Agenda 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, o el comité CEDAW, implica hoy actuar para evitar uno de los obstáculos más evidentes como es el cambio climático y su impacto de género.
Coincido con el Secretario General de Naciones Unidas en que la desigualdad de género, unida a las crisis climática y ambiental, es el mayor reto del desarrollo sostenible en la actualidad.
El cambio climático afecta a todo el planeta y a todas las personas, pero no por igual. Es un fenómeno injusto que profundiza las desigualdades existentes. Y que afecta especialmente a quienes menos han contribuido a su aparición, puesto que tiene mayor impacto en los sectores más vulnerables y en concreto sobre las vidas y los derechos de mujeres y niñas.
Las mujeres y niñas somos menos responsables del avance de la crisis climática pero sin embargo sufrimos más las consecuencias negativas:
Sufrimos más los efectos sobre nuestra salud física y mental, las restricciones sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos, las altas temperaturas, la contaminación, las sequías, la pérdida de biodiversidad y la desertificación, las migraciones forzosas, o los desastres naturales cada vez más frecuentes y graves.
También padecemos más la pobreza y la pobreza energética, o los conflictos bélicos, que la crisis climática potencia, amenazando la paz y la seguridad, y nuestras vidas.
La violencia machista que aumenta durante las crisis y los desastres naturales.
Y la violencia política es dirigida contra las mujeres activistas medioambientales que defienden el territorio, el planeta y los derechos humanos.
Todo ello en un contexto en el que la pandemia y las consecuencias de esta han supuesto un retroceso enorme en igualdad y derechos para las mujeres.
Pero las mujeres tenemos consciencia y somos responsables ante el desafío que tenemos enfrente. Si bien seguimos siendo discriminadas en la política y en la dirección de las grandes empresas (las responsables de la mayor parte de las emisiones contaminantes), estamos liderando movilizaciones sociales en todo el mundo a favor del cuidado del planeta.
La responsabilidad hoy de las instituciones internacionales y de todos los gobiernos es impulsar una transición ecológica justa. Que no profundice las desigualdades existentes, y que de hecho sirva para construir una sociedad con mayor cohesión social, más justa, más igualitaria.
Esto implica:
Acelerar la aplicación de los compromisos internacionales sobre igualdad de género y medioambiente promoviendo la perspectiva de género y de derechos humanos en todos los ámbitos y programas relativos al cambio climático. Con un aumento de la financiación.
Hacerlo desde un punto de vista interseccional y teniendo en cuenta, en particular, a las mujeres y niñas en situaciones especiales de vulnerabilidad. Con especial atención a todas las formas de violencia contra las mujeres, especialmente potenciada por desastres, las crisis humanitarias y los conflictos.
Apoyar el papel de la sociedad civil y promover la participación de las activistas defensoras de los derechos humanos, muchas indígenas, y proteger sus derechos y sus vidas.
Defender los servicios públicos e infraestructuras para garantizar el acceso a la educación, a la sanidad, al transporte y también a los suministros y recursos como el agua o la energía.
Apostar decididamente por una transformación económica y social, en la que las necesidades de las personas se pongan en el centro, se refuerce la labor de lo público, y avancemos hacia un modelo económico sostenible.
Para terminar, déjenme decir dos cuestiones:
La primera es que igual que la pandemia, la crisis ecológica exige de una acción coordinada en todo el mundo con la que construyamos salidas colectivas. No hay salidas individuales ante un reto como este.
En segundo lugar, que el proyecto feminista, junto con el ecologismo social, es esencial para enfrentar la crisis climática, y nos ofrece una oportunidad hoy para caminar hacia un mundo mejor y más justo.
Los gobiernos de todo el mundo debemos actuar decididamente, con valentía, a favor de un mundo igualitario y sostenible.