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Víctimas del nordeste III

Las caras de la violencia armada en Nigeria: Swyiman y María Sanusi

19 de abril de 2016
Swyiman Sanusi tiene un único sueño: recuperar su vida como maestro en su pueblo natal Gulak, en el estado de Adamawa, con su esposa y sus cinco hijos.

Fue a finales de 2014 cuando Swyiman, de 42 años, se unió a un grupo de hombres que, como él, se vieron obligados a huir cuando Gulak fue atacado. Hubo muchos disparos, bombas y misiles por todas partes. Ante el temor de que todos los hombres fueran asesinados, las mujeres pidieron a sus maridos que huyeran.

"Tuve que huir para salvar mi vida", recuerda Swyiman. "Estaba desmoralizado y no esperaba volver a ver a mi familia de nuevo..., pensé que no lo conseguiría. Tuve que comer hierba para sobrevivir".

Después de caminar durante 15 kilómetros, a medio camino de la ciudad de Michika, Swyiman sintió la necesidad de regresar.

"Estaba cansado y empecé a poner en duda la huida. No sabía a dónde iba ni lo que me podría encontrar por el camino, así que decidí volver a Gulak," dice Swyiman.

Sin embargo, en ese momento Swyiman recibió una llamada de su esposa, María. Podía oír los disparos de fondo cuando le dijo que iba a regresar con ellos. Pero María no se lo permitió.

"Le animé a seguir adelante y le dije que íbamos a estar juntos de nuevo muy pronto", recuerda María. "Nos estábamos preparando para huir tan pronto como tuviéramos la oportunidad".

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Y así fue. Swyiman prosiguió su camino por la selva, en medio de la noche, bajo una fuerte lluvia. La llamada telefónica le dio la suficiente energía para seguir adelante durante unos cuantos días, hasta que llegó a la ciudad de Mubi, a unos 50 kilómetros de Michika.

Entonces Swyiman recibió otra llamada de María diciéndole que ella y sus tres hijos habían logrado escapar. Caminó con sus tres hijos durante tres días hasta que alcanzaron la carretera principal y pudieron subirse a una camioneta rumbo a Mubi.

"Estábamos preocupados porque los otros dos niños no estaban con nosotros. No sabíamos dónde estaban", añade María.

Durante el viaje, María y sus hijos recibieron alimentos de algunas personas en las comunidades por las que pasaban. Cuando llegaron a Mubi, fueron recibidos por otras personas también desplazadas por la violencia. Todos ellos compartían los pocos recursos que tenían.

En Mubi María encontró a su marido Swyiman y pronto se reunieron con sus dos hijos desaparecidos en la huida. Un hombre había encontrado a los niños llorando en medio de la carretera y los llevó a Mubi, donde vive su abuela, la madre de Swyiman.

Pasados unos días Mubi fue atacada, la familia Sanusi tuvo que huir de nuevo para salvar sus vidas.

"Tuvimos que buscar refugio en Camerún," dice Swyiman. "Esta vez huí con mi familia. Pero tuvimos que dejar atrás a mi madre porque es demasiado anciana para correr".

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Swyiman y María, junto con sus cinco hijos, caminaron más de 400 kilómetros, sin apenas agua ni alimentos.

"Tuvimos que comer cereales, frutos secos y guayabas en medio de la selva y beber el agua del río", dice Swyiman.

Los Sanusi llegaron a la ciudad de Dumo en Camerún, donde el Gobierno había instalado un campo de desplazados. Se establecieron en un área con más de 400.000 personas afectadas por la violencia armada del conflicto entre Boko Haram y el ejército nigeriano. Las autoridades les proporcionaron agua, comida y un lugar para dormir.

Después de dos noches, las autoridades de Nigeria y Camerún fletaron un camión para transferir a los afectados a Yola, incluida la familia Sanusi.

"Desde que llegamos a Yola, logramos salir adelante porque todavía estoy recibiendo mi salario del Gobierno, aunque no estoy trabajando en este momento", dice Swyiman. "Es una ayuda para las personas desplazadas por la violencia".

"Mi salario es de solo 20.000 nairas (91 euros), y no es suficiente para dar una vida cómoda a mi familia aquí", añade Swyiman. "Estoy tratando de hacer algún trabajo extra para conseguir más dinero y asistir mejor a mi familia y al mayor número de personas que pueda en este campo."

Para aumentar sus ingresos, Swyiman compra insecticidas y ayuda a las comunidades locales en Yola a fumigar sus casas. Con el dinero extra que consigue, está ayudando a su madre en Mubi y un hermano en Kaduna.

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"Tenemos que agradecer a la Cruz Roja la asistencia que nos está dando", dice Swyiman. "El personal de la Cruz Roja está ayudando a las personas menos privilegiadas afectadas por la violencia con alimentos y artículos de primera necesidad, como agua, arroz, mosquiteras, mantas y aceite".

Cada día Swyiman sueña que un día su familia pueda volver a Gulak. Sin embargo, no tienen otra opción que quedarse en Yola hasta que estén seguros de que la situación en el noroeste de Nigeria ha vuelto a la normalidad.

"No nos sentimos seguros regresando ahora porque pensamos que podría haber municiones sin explotar en nuestra área”, dice María.

A pesar de las extremas dificultades que Swyiman y su familia han tenido que afrontar, nunca han perdido la esperanza de que su sueño se haga realidad. "Soy optimista", añade. "Quiero una vida mejor para la gente de Nigeria. Creo firmemente que donde hay vida, hay esperanza."

"Pido por una Nigeria que viva en paz, y aliento a los más jóvenes a decir no a la violencia, sin importar las circunstancias a las que nos enfrentaremos en el futuro", dice Swyiman.

Jesús Serrano Redondo 

Proyecto de divulgación sobre la situación humanitaria en el nordeste de Nigeria y países vecinos promovido por la Embajada de España en Nigeria con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en colaboración con Jesús Serrano. 

Todas las historias de este proyecto fueron recogidas en 2015.

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